Alfonso Mata
No sé por qué le seguimos dando importancia a un acto totalmente viciado, lleno de falencias democráticas que no tienen más que como objetivo: democratizar una estructura corrupta, de gobernar y hacer gobierno para élites. Para el destino de la patria, un proceso electoral como el actual, el emitir un voto como el no hacerlo (he ahí el trinquete) NO CAMBIA NADA DE LO EXISTENTE, solo libera parte de la conciencia del individuo que cumplió con un mandato, aunque eso no signifique más que un acto. Con semejante proceso electoral, cada cuatro años se nos manda matar la oportunidad de cambio y consolidar lo robado y legitimar los privilegios y prebendas a costa del erario público. De tal manera que es evidente, tanto histórica como actualmente, que estos procesos electorales nuestros son aberrantes. Primero, porque dan ayuda a sostenerse a los que despojan y saquean a las mayorías, de todas formas y en todos sentidos. Segundo, porque entre lo que hay por elegir, solo hay personas que lo que menos desean es socorrer a los que tiene un modo de vida indigno, sino socorrerse ellos mismos a costa del erario y el poder que se les otorga. ¡Perdón!, pero votar por el menos peor es tonto y prestarse a avalar un mundo podrido peor.
La estructura actual del proceso electoral, no cumple como debería de ser, con aquello de que sea ocasión buena para terminar con lo que tenemos de gobernantes entre manos y sus desmanes. No yerran los que han decidido no votar, no yerren en una de dos cosas: en autohacerse igual o más mal y eso legalmente (libertad de votar) o en fortalecer a los ganadores ante sí mismos. No es el proceso electoral actual, ni lo ha sido ningún otro que hayamos tenido, una lid para contender por derecho y por justicia para el ciudadano: Insisto, es una lid entre ladrones, aprovechados, y oportunistas, que van tras fines de satisfacción personal.
Tampoco tiene dicho proceso una hendidura, que permita romper la confederación entre los poderes que socavan el bien y el bienestar público.
Finalmente, el oportunista a través de alianzas y compañías, no va en busca de equidad y justicia sino de poder y riqueza y si yo, con conocimiento de esas maniobras y sabiendas, presto mi aval ciudadano para continuar con toda esa serie de vicios y malicias, resulta una perogrullada cumplir con un deber e inclinación que me mete la daga por la espalda.
Injuriar a otros respaldados por un voto, hacer bellaquerías a solas sin tener quien se lo reprenda, es parte de derechos que hemos concedido al ganador con nuestro ejercicio electoral. Fuerza y afrenta a los demás, está a las órdenes del día dentro del proceso, violando leyes y parcializando la justicia; y de esta manera el voto, es una apertura a las tropelías y en los ciudadanos, el nacimiento de una voz de conciencia, que dentro de pronto no cejará de decirnos: “ustedes lo eligieron ustedes aguántenlo” y en los que no votaron “el que calla otorga”. A los que ayudamos con nuestro voto a su fuerza y poder, nos es difícil pedirles cuenta de sus actos y fortunas y no levantamos protesta más que del diente al labio contra los que nos babosearon. Los que no fuimos a votar o votamos nulo, tampoco esgrimimos en contra de la situación, ningún otro tipo de acción. El silencio acá también es claro y aunque nos justifiquemos con un no aportamos a un continuismo con nuestro voto o no votar, al igual que los otros, sufriremos del mismo daño.
¿Qué permite concluir todo esto? que la solución a nuestro problema de gobernanza y gobernabilidad, no tiene su solución en el proceso electoral, este no lo permite. No sé cuál sea el camino correcto al cambio; no sé cómo podremos canalizar nuestra oposición, dónde dirigir nuestra prudencia y saber. Tampoco podemos traer a nuestras mentes y corazones ofrecimientos y soluciones de socorro de afuera, pues seguro habrá en su ayuda, un procurar adquirir más de lo nuestro. Por consiguiente, la solución debemos buscarla por otro lado. Pareciera que en un estado de cosas como el que tenemos, cada uno estamos autorizados a poner y cumplir leyes y normas al son que se nos venga en gana, fomentando un Estado consuntivo y destructor de derechos.