La aprobación de la Ley SB 1718 en el Estado de Florida, propuesta en el marco de la campaña presidencial del gobernador Ron DeSantis, constituye un severo golpe para los más de cien mil guatemaltecos que viven y trabajan en ese Estado, por las severas penas que se aplicarán tanto a quienes estén en condición migratoria irregular como a quienes les transporten o den empleo. Se les privará de derechos básicos, como el de la salud y educación, en una de las más severas legislaciones que se han dado desde que, en el año 2016, Donald Trump calificara a todos los migrantes como asesinos, ladrones o violadores.
Muchos guatemaltecos que trabajan en Florida preparan ya sus maletas para trasladarse a algún otro Estado y, sin duda, ello tendrá efecto directo en la economía porque no se puede dejar de mencionar que ellos realizan trabajos que los norteamericanos ya no quieren hacer. El migrante guatemalteco no ha llegado a desplazar a nadie, sino simplemente a llenar un enorme vacío que se produjo en el mercado laboral hace muchos años cuando empleados de diversos estratos sociales cambiaron de oficio para buscar otros mejor remunerados y menos sacrificados.
Los servicios, tanto de hoteles como de restaurantes, la jardinería, la construcción y la cosecha agrícola, entre otros, dejaron de ser atractivos para los norteamericanos, lo que generó un enorme espacio que ha sido aprovechado por esos millones de migrantes que llegan sin mayor preparación pero con mucha necesidad, y ha permitido que muchos de ellos mejoren su calidad de vida y ayuden a sus familias en el país de origen.
Entendemos que cada país tiene obligación de proteger los intereses de sus propios ciudadanos cuando se ven afectados por oleadas migratorias que les desplazan del empleo, pero ese no es el caso de los migrantes que llegan de países como Guatemala y que se han convertido, por su capacidad de trabajo y entrega, en un segmento muy atractivo para ciertas actividades económicas. Lo peor de todo es que esta política inhumana contra la migración es resultado de demagogia electoral de cara a las próximas elecciones y que se aplica, sobre todo, en Estados controlados por Republicanos que se tragaron la patraña trumpista de que todos ellos son violadores, asesinos y ladrones.
El chapín es resiliente y lo ha demostrado de muchas maneras. Duele el trato que le dan esos políticos demagogos, pero en última instancia hay que decir que ellos podrán encontrar nuevos medios de vida en Estados menos racistas y que, al final, perderá más Florida que nuestros compatriotas. No debemos pasar por alto que la migración es un problema humanitario.