Heidy Isabel Hernández
Heidy Isabel Hernández (1997) es licenciada en Comunicación y Letras por la Universidad del Valle de Guatemala. Ha colaborado con los proyectos literarios Extracto y La Prefe. Además, fue autora para la Revista Domingo de Prensa Libre y la colección Lo que leo de Editorial Santillana. Es docente universitaria e imparte talleres a jóvenes sobre escritura y análisis literario. Fue miembro del International Writing Program de la Universidad de Iowa y tiene un posgrado en Estudios medievales ingleses de la Universidad de Oxford.
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Si nunca te hubieras enfermado, mamá
Los lunares de tu cuerpo nunca te conquistaron
y papá todavía puede besarlos.
Nos ahorramos muchas visitas al médico
y lágrimas en los consultorios.
Nunca tuviste que verme a los ojos,
repetirme que serás mi madre en todas las vidas,
por si esta no dura lo suficiente.
No te recordaría con las cumbias,
porque estarías a mi lado asfixiando todos los silencios
con tu canto.
Apreciaríamos un poco menos la vida,
porque la muerte se siente ajena.
Te gritaría como todas las adolescentes porque no me entiendes,
pelearíamos por el largo de mi falda
y nos reconciliaríamos los domingos antes de ir a misa.
Nos atreveríamos a pedirle cosas a Dios,
más allá de curarte.
Bailarías conmigo en mi boda.
Desaprobarías el sabor del pastel y los centros de mesa,
pero al final de la noche me darías un beso en la frente.
Te vería de pie, radiante,
con el cabello negro hasta los hombros
y sin cicatrices.
Tu apellido
No sabía que tomar tu apellido era:
toparme con tus calcetines sucios,
tu aliento a café negro,
tu sudor en la cama.
Comprar unos platos rojos
para que combinen con tu set de copas.
Pintar las paredes azules
para que combinen con tus tristezas
Arrancar a todos los libros la última página
para nunca enterarnos de los finales
Apagar la televisión minutos antes de los créditos,
imaginarnos que todos vivieron felices para siempre.
Preguntarse cómo se ve tu ADN con el mío,
llenar álbumes de fotos.
Hacernos ricos en caso de que el otro muera,
¿Tendríamos algo de consuelo cobrando el seguro?
Gritarnos de una habitación a la otra.
Enmarcar el golpe que le diste a la pared.
Luchar con la rabia que solo sienten los que se aman
Siempre cenar juntos.
Extrañar al perro y el apellido de mi padre
cuando te subes en caprichos que tardan mucho en regresar.
Olvidar cómo ver películas sola
porque habitas en cada uno de los cojines de este sofá.
¿Y si me quedo sola?
Culparé al oráculo,
por la profecía que me dio
mientras me miraba al espejo.
Habré abandonado la terapia.
Le pagaré a desconocidos para que me lloren.
Seré espanto de los que me abandonaron.
Sobornaré algún viento para que susurre mi nombre.
Seré olvido y lástima para familiares lejanos.
Mi epitafio dirá mentiras.
Habré tenido razón toda la vida.
Una cinta métrica que me tortura cada mañana.
Un número que me grabo en el cuerpo,
que justifica los ayunos y los vómitos y los desprecios.
Un espejo que cubro con una sábana blanca.
Mis adjetivos convertidos en insultos.
Un chiste cruel en el que me convirtieron.
Una mujer 4 tallas menos que yo hablando de representarme,
el papel de la mejor amiga,
esa misma actriz protagonizando fotos de “antes y después”.
Mi talla en sitios porno tildada de fetiche.
Letras (SML )que no deberían significar nada
suenan en mi cabeza mientras muero del hambre.
Ayuda
Mañana empiezo el ciclo de nuevo.
Cuerpo que ha soportado mi ceguera, perdón.
Desprecio que inculcó la tele y una mala abuela.
Blancas son ya las cicatrices del hambre.
Insultos y voces que has aprendido a callar.
Convertir números en números.
Representarme cada mañana frente al espejo
Amiga de la que me regresa la mirada
Después de la cena, calma.
Fetiches que sanan a sus niñas internas.
Nada del reflejo duele.
Hambre de la que me escapo hoy.
Buenos poemas
Los dos sabemos que un día encontraras un libro
con mi nombre en la portada
Quizás te topes con versos que huelen a ti
Y reconozcas entre las líneas tu aroma.
Quizás encuentres el papel bañado en lágrimas
Y sepas como se siente tu ausencia
Quizás leas aquellos que descaradamente tienen tu nombre
Quizás lo encuentres a él y me odies un poco
Porque esa que describo no es tu piel
Quizá te enteres de que todos mis buenos poemas
Tienen que susurrar tu nombre