No cabe la menor duda de que Guatemala está en una fase de restablecimiento de un Régimen autoritario, en donde una élite económica concentra el poder y a través de la utilización de la élite política, militar y el crimen organizado, ha borrado todo contrapeso democrático y se apresta para abusar del poder y profundizar la arbitrariedad como forma de Gobierno. En este proceso, tanto el fondo como la forma coinciden particularmente en hacer de la política el arte de lo ridículo, lo corrupto y lo vulgar. Mientras más cerca a esta élite económica estén los otros grupos más falaz, más cínico y más vulgar se vuelve el ejercicio.
La mayor expresión de esta condición lo representa el actual proceso electoral, que ya en su fase de campaña de los partidos políticos nos muestra ese asqueroso rostro de la vulgarización de la política. Es así que hoy la sociedad guatemalteca, somos testigos de una serie de acciones de manipulación, descaro, mentira y mediocridad de la oferta electoral existente en el país. Tampoco nos cabe la menor duda de que esta vulgarización tiene como causa el andamiaje institucional que lo permite, lo estimula y considera útil para sus propósitos.
El espectro político guatemalteco dominado mayoritariamente por instrumentos políticos de derecha y de la extrema derecha hace por lo tanto que de igual manera la oferta electoral sea mayoritariamente mediocre, profundamente mentirosa y vulgar. Desde el pasado 27 de marzo, los partidos políticos tienen la autorización de realizar campaña electoral y con ello hemos amanecido con la inundación de propaganda una más fea y más mediocre que otras.
Las frases baratas tales como “ahora sí, el pueblo manda”, “dos mujeres, un camino”, “con huevos y sin pajas”, “orden y transformación” o usando lapicitos, banderitas y pines, las y los políticos de la derecha apelan a la emocionalidad más que a la racionalidad que debería prevalecer en esta campaña, en donde el Pueblo pueda conocer propuestas y realidades y no frases preestablecidas sin ningún tipo de contenido. Pareciera ser que el gran objetivo de esta élite política y sus financistas es hacer creer a la población que está bien el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto, tal y como lo planteara el intelectual Noam Chomsky en sus 10 estrategias de manipulación mediática.
Pero otra forma de evidenciar esta vulgarización absoluta del quehacer político está en el simple hecho de evidenciar, desde quien o quienes dirigen el Tribunal Supremo Electoral -TSE- con falsos doctorados, hasta candidatos y candidatas sentenciados por actos de corrupción e impunidad, narcotráfico, saqueo de las arcas públicas y en algunos casos hasta asesinos. De este tipo de personas, está plagada la inmensa mayoría de partidos políticos. A nosotros y nosotras, la ciudadanía nos corresponderá, dar un rotuno NO a la hija de Genocida, al hijo de privatizador, a la candidata mafiosa y demagoga, al abogado traficante de niños y niñas y darle paso a las candidaturas que nacen desde la organización de los Pueblos y los movimientos sociales y populares.