En esta columna la he dedicado a contar el caso de “Don José”, un empleado del Estado que viajaba todos los días de su casa ubicada en Ciudad San Cristóbal, zona 8 de Mixco, hacia el Centro de la Ciudad, zona 1, donde labora para una institución gubernamental. Esta persona utiliza como ruta de circulación la Calzada Roosevelt.
Era una mañana fría y nublada, tipo las seis de la mañana, cuando “Don José”, circulaba en su vehículo, como a 30 kilómetros por hora, rumbo a su puesto de trabajo, pero al llegar a la colonia El Pedregal, ciudad de Guatemala, sintió que algo lo había golpeado en la portezuela derecha e inmediatamente escuchó los gritos de dolor de un hombre.
Él inmediatamente detuvo la marcha de su automotor y se bajó a ver qué había pasado y se encontró con un hombre, como de 30 años, quien viajaba en una motocicleta, que en el momento que intentó rebasar, entre dos vehículos en movimiento, otro motorista le pegó en la llanta trasera, lo desbalanceó y se fue a meter debajo del carro en circulación.
“Don José” todo preocupado se acercó al muchacho y le ayudó a levantarse, pero lamentablemente tenía fractura expuesta de tibia y peroné, clavícula rota y laceraciones en diferentes partes del cuerpo. Lo que evitó algo más lamentable para el motorista, fue que viajaba con el dispositivo protector.
El piloto de la motocicleta estaba pálido, intercambiaron palabras, pero según lo que cuenta “Don José”, el joven motociclista le pidió disculpas por lo sucedido y le dijo que no se preocupara, porque todo había ocurrido porque otro motorista lo desbalanceó al impactar su llanta trasera, lo cual provocó que derrapara.
Por el horario en que ocurrió el hecho, “Don José” empezó a llamar a los bomberos, porque muchos conductores empezaron a bocinar, pero el accidentado le pidió que mejor llamara a un su familiar, quién llegó a los pocos minutos de sucedido el accidente. “Ese fue el error más grande que cometí dice “Don José”, porque el afectado cambió toda la versión y al llegar la Policía Municipal de Tránsito (PMT), pidieron que llamaran a la Policía Nacional Civil (PNC).
Los agentes de la fuerza de seguridad civil se apersonaron al suceso, tomaron nota de lo ocurrido y procedieron como manda la Ley, consignaron los dos vehículos y pusieron a disposición de un juzgado jurisdiccional a los conductores, porque había un lesionado. El motorista fue trasladado a un centro hospitalario privado y allí empezó la pesadilla para “Don José”, quien estuvo a punto de perder hasta su familia.
Los familiares del motorista se apersonaron ante el juez contralor y el Ministerio Público (MP) empezó su “trabajo de investigación”, pero como los familiares del afectado pidieron que le cubrieran los gastos al accidentado, “Don José” tuvo que “sacar la billetera”, mientras se averiguaba lo que había ocurrido esa mañana del hecho de tránsito.
Los bomberos que cubrieron la emergencia, tomaron fotos y video de la escena, material que fue enviado a los medios de comunicación, pero lamentablemente los socorristas únicamente dieron una versión de los hechos y daban como responsable del mismo a “Don José”, quien pagó por más de 18 meses un salario al motorista, mientras duraba la recuperación, por las heridas que sufrió en su pierna izquierda, la cual quedó debajo de la motocicleta, tras el impacto con los dos carros que circulaban sobre la mencionada calzada.
“Don José” trabajaba para pagar la cuota que tenía que entregar mes a mes a los familiares del motorista y no le alcanzaba para más, empezó a tener problemas económicos y también en el seno del hogar. “Don José” se había metido a comprar una casa, para que su esposa e hijos tuvieran calidad de vida, pero llegó el momento en que ya no pudo pagar las mensualidades y tuvo que devolverla. Perdió todo lo invertido.
Al final de toda esta historia, el conductor afectado tuvo que pagar los “platos rotos” de un motorista imprudente, como muchos que vemos todos los días viajando en calles y avenidas, quienes no asumen su responsabilidad, por lo que meten en aprietos a otros ciudadanos, quienes se la “pasan mal”, por la negligencia de un conductor de motocicleta que viaja en desventaja por la inestabilidad del vehículo de dos ruedas.
Este es uno de los 7 mil 914 hechos de tránsito suscitados en 2022, unos 227 hechos menos que el año pasado (2022), que dejaron 2 mil 176 muertes violentas, que representan el segundo lugar de fallecimiento en Guatemala, algo muy preocupante, pero que no inmuta a las autoridades viales, quienes ven las seis muertes diarias, como algo normal, dando una clara muestra de no tener valor por la vida.
De estas cifras de siniestralidad vial, el 45.6% es de motoristas, mientras que el 19.76% es de vehículos de cuatro ruedas, un dato muy significativo que demuestra que hay que corregir muchas cosas y sobre todo revisar el proceso para la obtención de licencias que se ha convertido en un “negocio” y no sé ponen a pensar que manejar es una responsabilidad que conlleva vidas humanas.
Es vox pópuli la corrupción existente en los Centros de Evaluación de Conductores de Vehículos (CECOVE), donde se realizan las evaluaciones teóricas y prácticas para la obtención de la licencia de conducir, pero nadie hace nada y todo es porque le han “embarrado” la mano a los directores de tránsito para que se hagan los “locos”.
Aunque también se habla de que el actual director, es una persona honorable, que ha llegado, por segunda ocasión, a cambiar muchas anomalías en la institución que dirige, pero que la mata podrida está incrustada en los mandos medios del Departamento de Tránsito de la PNC, gente de confianza de las anteriores administraciones.