Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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El artículo 183 de la Constitución, Funciones del Presidente de la República, indica que es su función: “o) Dirigir la política exterior y las relaciones internacionales: celebrar, ratificar y denunciar tratados y convenios de conformidad con la Constitución”. No dice quién define la política exterior, por lo que los presidentes, actuando cual “reyezuelos de pacotilla”, deciden qué hacer con relación a otros países, desde la servidumbre ante el imperio, hasta la definición de Estados amigos y enemigos, sin la menor consulta a la ciudadanía o a la población en general. Eso permite que la política exterior sea definida en función de los intereses de una persona, sin consultar al vicepresidente siquiera, para lograr los mayores beneficios personales. El acercamiento de Giammattei (primero y único gobernante latinoamericano que ha viajado a Ucrania) a Zelenski tuvo el objetivo de congraciarse con Biden (mandatario con fuertes intereses geopolíticos y financieros personales en ese país), para evitar las sanciones de Estados Unidos, que se merecían por la destrucción de las instituciones democráticas y el Estado de derecho en Guatemala, las violaciones de derechos, y la rampante corrupción. Los intereses del país en su conjunto fueron sacrificados para sostener al jefe de Estado. Ya antes lo había hecho, también a título personal, Jimmy Morales, con sus relaciones carnales con la dirigencia israelí y Trump. Y ambos, Giammattei y Jimmy, han dependido de la magnanimidad de Taiwán y Corea del Sur, con fondos sin vigilancia, a cambio de defender los intereses de ambos países en la ONU. Solamente a la yunta de Giammattei y Bukele se le puede ocurrir la promoción de la “Unión de Dictaduras de Centroamérica” y se ha dado marcha atrás al retiro de Guatemala del Parlacén, ofrecido por Giammattei, porque ahora lo va a necesitar, para tener inmunidad, sin importar que sea gasto inútil, un elefante blanco.

Planteo una reforma a la Constitución, para que la política exterior la defina el Pueblo, mediante consulta ciudadana cada cinco años. No creo que el Pueblo de Guatemala esté de acuerdo con las malas juntas de Giammattei y su mafia. Dudo que las mayorías estén de acuerdo en asuntos como los siguientes: obedecer ciegamente al imperio en asuntos relativos a migración, que es tema clave para nuestro país, o de apoyo constante a la política exterior estadounidense, belicista e injerencista; la relación de uña y mugre con países violadores de derechos humanos, como Israel y Ucrania; la entrega de la soberanía nacional a cambio de “unos dólares más” otorgados por Taiwán o Corea del Sur o algunos otros; el apoyo a iniciativas imperiales, avaladas en el ámbito de la OEA, como los golpes blandos y duros en Bolivia, Venezuela, Perú y Brasil; y las maquinaciones contra Cuba y Nicaragua. No solamente no se consulta a la población, sino que la política la define la presidencia en contra y a pesar de ella, acicateada por las dádivas, y exigencias, del CACIF, empresas extranjeras, sectas fundamentalistas y Washington. La soberanía radica en el Pueblo y ya es tiempo de que el Pueblo la ejerza.

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