Emilio Matta Saravia
emiliomattasaravia@gmail.com
Estas elecciones 2023 prometen ser de todo, menos interesantes. Más de lo mismo. Todas las opciones (las papeletas volverán a tener más opciones que un cartón de lotería), son la misma babosada. En estos momentos todos los candidatos luchan por ser inscritos y que les entreguen sus credenciales, con permiso del Tribunal Supremo Electoral y de la Contraloría General de Cuentas. Una vez inscritos, deberán sortear el segundo valladar, la lluvia de amparos y demás argucias legales, con permiso ahora de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Constitucionalidad. Veremos quienes son los favorecidos por quienes ahora mandan.
De momento, no veo a ningún candidato, ya sea para presidente, vicepresidente, diputado o alcalde, que sea medianamente bueno. Todos son lo mismo y buscan lo mismo. Como bien lo expresó el alcalde de Cuilapa: buscan ordeñar la teta del Estado. Solo omitió decir que lo hacen en beneficio propio, por supuesto.
En la contienda presidencial, inscritos o no, figuran personas de largo recorrido en la política guatemalteca, como Zury Ríos, Sandra Torres, Manuel Conde, Rafael Espada y Edmond Mulet. Entre los personajes, con algún recorrido en política, sobresalen Thelma Cabrera, Roberto Arzú, Amílcar Rivera y hay otros como Isaac Farchi y Sammy Morales, que algún recorrido tienen, pero que únicamente podrían aspirar a pasar a segunda vuelta con una carambola como la que llevó al poder al mal recordado Jimmy Morales, hermano y compañero de oficio (comediante) de Sammy. Por último, entre los “nuevos” se encuentran Rudy Guzmán (yerno de Sandra Torres), Alvaro Trujillo (exdiputado por el partido LIDER), entre otros. El punto es que prácticamente ninguno de los candidatos es nuevo en la política.
No me alcanza el espacio para nombrar a los candidatos a diputados y alcaldes que también tratan de figurar como “nuevos”, pero si uno hace el esfuerzo de indagar un poco más, se dará cuenta que han estado vinculados a otras agrupaciones políticas o que han tenido puestos, ya sea de poder o ejerciendo influencia, en administraciones anteriores. Incluso detrás de opciones radicales que son vistas como antisistema, como el MLP, hay antiguos miembros de gobiernos nefastos, entre otros, que seguramente se aprovecharán de la bisoñez de la candidata, en caso acceda a la presidencia.
Lo más preocupante para estas elecciones es la ausencia de planes de gobierno. Fuera de promesas populistas, o de frases tan pegajosas como vacías, no existe un documento, una hoja de ruta coherente para atender los grandes problemas que aquejan al país. Simplemente ya ni se molestan en hacerla. Unos improvisan mientras otros ya tienen más afinado el “arte” de ordeñar el Erario. El objetivo es llegar a como dé lugar a los puestos públicos, sean los candidatos “nuevos” o reciclados. El denominador común es la corrupción.