Adolfo Mazariegos
Hace algunos meses, muy temprano un domingo por la mañana, con una buena taza de café humeante en la mano (soy afortunado en eso, sin duda, y estoy sumamente agradecido por ello), mientras realizaba lo que muchos denominan zaping, con el control remoto de la tele, di con lo que entonces me pareció el avance de una película de “ficción” (no recuerdo el canal ni el programa en que lo vi. Creo que el título de la película -con posibilidad de equivocarme- es ‘La rebelión’, o algo así). Según entendí, la historia iba de una invasión extraterrestre a la Tierra y de cómo la humanidad se rebela ante tal circunstancia. En una de las escenas, durante un diálogo que se da entre dos de los protagonistas, uno de los personajes le dice al otro: “esos días ya no existen”.
Tal expresión llamó mi atención porque, inconscientemente, la asocié de inmediato con la pandemia que aún persiste en el globo y cuyos efectos nos han cambiado la vida a todos de alguna manera. La película, una suerte de obra de ficción futurista ambientada en un mundo a corto plazo, podría bien ser, quizá sin intención, una analogía de lo que vivimos en los días que corren, días en los que mucho es incierto y que, en mayor o menor medida, provocan desconfianza ante lo desconocido. Basta ver, para notarlo, cómo reaccionamos ante las nuevas formas de comportamiento social y ante las nuevas maneras que hemos debido observar desde hace algún tiempo para conducirnos ante los demás: confinarnos, cubrirnos con mascarillas la mitad del rostro, usar gel y desinfectantes para conservar cierta tranquilidad con respecto a un eventual contagio, guardar distancia física, y hasta medidas quizá incomprensibles como la movilización vehicular según los números de placas de los autos. Todas acciones que parecieran salidas de una película de ficción.
Una situación que, no obstante, por más que lo deseemos, no hará que retornemos de forma plena y en corto plazo a ese anhelado regreso a lo que hasta hace poco asumíamos como “normalidad”. Eso no ocurrirá. Y ni siquiera pareciéramos darnos cuenta de ello. La vida nos ha cambiado a todos, indudablemente, quizá para siempre. Y esos días, como dice el personaje de la película aludida, sencillamente ya no existen. Y seguramente no volverán porque si volvieran ya no serían los mismos ni iguales… No traigo esto a colación en un sentido negativo, sino todo lo contrario: lo pongo sobre la mesa como un punto de partida para la reflexión de cara a lo que aún no conocemos, pero que seguramente está por venir porque forma parte del proceso natural del desarrollo de la humanidad. Tal vez valga la pena pensar un poco en ello, aunque sea, sólo un poco.