Desde finales del 2022 se abrió el “mercado de candidatos”.
Tiene características similares al mercado de invierno en el futbol europeo. Los clubes a la compra de jugadores y los representantes de los jugadores vendiendo a sus jugadores.
En el caso electoral guatemalteco se trata de personas (algunas, pocas o muchas habrá que investigar) que tienen intenciones políticas y no han tenido calidades de liderazgo, trabajo organizativo de base, conocimiento ni servicio a los intereses de país y pretenden ser electos en la contienda electoral 2023. Para ello van a la búsqueda de partidos políticos. Estos últimos han sido creados y desarrollados por oportunistas y desconocidos personajes de manera poco transparente para tener artefactos electoreros para competir en las elecciones con potentes recursos económicos de dudosas fuentes y peores intenciones.
A este fenómeno se agrega el posicionamiento de imágenes y discursos a base de “mercadeo” en los medios de comunicación con metodologías de mercado de consumo masivo. El propósito es posicionar candidatos desconocidos o mal conocidos.
Rápidamente se instaló en la sociedad política guatemalteca un sistema de “partidos títeres” y también de “candidatos títeres” que han terminado siendo “gobiernos títeres” y con ello debilitaron la democracia guatemalteca hasta casi la inanición. Sin ideología, con temor a tomar posición por los intereses sociales. El resultado es que han pasado de ser partidos políticos títeres a gobiernos que han dejado de trabajar por el cumplimiento de los derechos colectivos y trabajar por el bien común. Partidos que han sido y son abanderados de la violación de derechos humanos por el “cumplimiento legal” de derecho a la propiedad, al crecimiento económico, la empresarialidad y manipulan el concepto de “Estado de derecho” a su conveniencia e interés.
La construcción de liderazgo se ha borrado de las funciones de representación de muchos partidos políticos tradicionales que no tienen un escalafón de ascenso para los jóvenes y mujeres (especialmente indígenas) que quieren demostrar sus calidades y capacidades de conducción política.
Los partidos políticos tradicionales se han convertido en exitosos mecanismos de venta de puestos de gobierno. Convencen a ingenuos ciudadanos que les darán puestos en el gobierno y/o mejorarán sus condiciones salariales y de escalafón. Y bajo esta promesa los hacen gastar tiempo, dinero y credibilidad. Lo grave del asunto es que en los últimos 20 años esto ha funcionado. Cada vez más los puestos de la administración pública “son dados a dedo”, comercializados en oscuros diálogos, manejados arbitrariamente por sindicatos sin escrúpulos. Se ha perdido la meritocracia, la exigencia por la calidad, la evaluación respetuosa, el pago justo de salarios / prestaciones y el aprecio por el esfuerzo auténtico en la contratación de mucho personal gubernamental.
El diálogo intra partidario no existe. Por lo mismo los planteamientos de los partidos políticos no son siempre resultados de procesos de construcción colectiva interna sino la voz de sus propietarios / financistas / consultores.
Todo esto limita seriamente la calidad de la representación de los candidatos de los partidos políticos que tienen ante la sociedad, los contenidos de sus discursos son poco o de ninguna manera vinculados a las realidades de la vida social.
Afortunadamente hay partidos que continúan el arduo trabajo de construcción de liderazgos, capacitación ciudadana, apropiamiento político y visión colectiva de la acción política partidaria. Sin embargo, esta manera democrática y consecuente de hacer política no lleva a ganar fácilmente las elecciones, pero garantiza legitimidad. Son partidos políticos que ven en el horizonte posible la ejecución de los Acuerdos de Paz, son partidos políticos que tienen dirigentes que nacieron de sus procesos de organización de base, tienen una acción vinculada a principios y se preocupan de la agenda que construyen desde sus procesos de diálogo interno. Tienen claridad de la necesaria coherencia entre los derechos sociales / humanos aprobados internacionalmente y la necesidad de hacer evolucionar la sociedad guatemalteca cumpliéndolos en nuestro país.
La campaña electoral de Guatemala tiene que poner a dialogar a sus candidatos a presidentes / vice, diputados y alcaldes sobre la agenda prioritaria de país y las acciones que implican el cumplimiento de las metas nacionales. Ayudará mucho el conocimiento y vinculación que Guatemala tiene a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la evaluación del cumplimiento del K’atun 2032 y en análisis de la situación de los Informes de Transición de Gobierno elaborados para procesos anteriores. Hay mucha “leche derramada” que la institucionalidad responsable debe investigar, pero es el momento de proponer acciones que mejoren el país. Y esto solo se puede lograr con suficiente conocimiento del pasado, conciencia del presente y visión colectiva del futuro.
Cobán, Alta Verapaz. Mundo Q’eqchi’. Guatemala.