La carrera electoral ha comenzado. Un poco creíble, confiable e injusto Tribunal Electoral, ha invitado a la población (¡perdón!) a los clubes políticos, a presentar propuestas de candidatos, para todos los puestos públicos de índole de elegibilidad ciudadana. En realidad, se trata de un carnaval en que del más pobre al más rico, del más ignorante al más conocedor, prefieren por mucho más criticar, que pensar y asumir, y al final unos y otros sabemos lo mismo.
La campaña electoral que inicia, como todas las demás que la presidieron, no será la excepción en medios y fines. Está cuajada de intereses mezquinos y engaños y su historia, seguramente como las anteriores, resistirá cualquier pensamiento crítico, que pretenda cambiar lo que ha sido un continuismo político de décadas. De tal manera que esta nueva campaña, de nuevo es la oportunidad perfecta para los mismos y de mantener el sistema en que estos parásitos y depredadores se mueven.
Es indudable que aquellos que conocen los hechos y andares de estos personajes, los daños que ocasionan, pueden aprovechar esta oportunidad, para corregir a aquellos que no los conocen o los conocen mal. Pero la corrección del conocimiento, no significa cambio ni de personas, ni de sistema, ni del proceso electoral, ni del votante. Ni el razonamiento filosófico y científico de la razón, ni el religioso de justicia y equidad, mueve y conmueve el pensar, la conciencia y el análisis de la población, sino la costumbre y las creencias que embadurnan pasiones y emociones, que alejadas por mover al cambio, se ven impresas de resignación que da sentido a la vida de las personas, entumeciendo sus cerebros y aferrándose a una vida de conformismo; de supervivencia, sin mover un dedo por redimirla y encausarla a algo mejor y sin considerar que el progreso depende de una política, pues a su criterio, ésta no resuelve nada en favor de ello; más bien la política la ven como un proceso a la deriva, que no va en busca de beneficiar al más necesitado, sino únicamente a los mismos sinvergüenzas.
Resulta entonces obvio, que nada más unos pocos, no necesariamente los más necesitados, están en realidad interesados en que las elecciones sean reescritas. Todos hemos escuchado innumerables historias, sobre cuáles son las mayores amenazas del sistema actual de gobernarnos, de los candidatos; pero aun así y ante la evidencia de que vamos mal, no contamos con que el sol saldrá mañana diferente. Todos esperamos un poco de magia, venido de no sé dónde, para salvar a una marchita patria. El problema no está solo en la problemática que plantea el mundo que rodea a cada uno, sino que también hemos acogido y desarrollado impulsos que nos sabotean a nosotros mismos. Las elecciones pues, no vienen impresas de esperanza alguna, pero si traen un poco de diversión y entretenimiento, que al final se expresa en lo mismo: una historia que en lo político, no será noticia grata en lo absoluto. Como siempre, volveremos a oír del votante a mediados del 2024: Voté por él… pero ¡No lo sabía!, ¡lo sospechaba!… AL FINAL: no es asunto mío.