Carlos López

 

No tiene límites en su afán manipulador Mario Vargas Llosa, el marqués originario de Perú avecindado en España; ni principios, ni consistencia ideológica. Es un fascista rancio que supera a Joseph Goebbels y no para de mentir ni de insultar a la inteligencia. Una de sus acometidas más feroces fue contra Pedro Castillo, el presidente de Perú, a quien adjudica «una incultura gigantesca».

«Nací plebeyo y voy a morir plebeyo, a pesar del título», dijo el 3 de febrero de 2011 Vargas Llosa en el discurso que pronunció al ser nombrado marqués por el corrupto cazador de animales Juan Carlos I de España. El portavoz del fascismo internacional sabe a qué se refiere con su testarudez: la ignominia de denostar la lucha de los pueblos que luchan por su liberación no conoce fronteras. Desde que Castillo era candidato, Vargas Llosa, frustrado excandidato presidencial (en 1990 fue rival del genocida derechista Alberto Fujimori, y éste se impuso por el doble de votos al representante de la ultraderecha), lo atacó de manera artera y le faltó el respeto al pueblo peruano al afirmar: «Tuve la impresión horrible verdaderamente de que el Perú retrocedía, que iba a identificarse con Venezuela o con Cuba o con Nicaragua y que iba a ser una verdadera catástrofe esa elección de los peruanos, la única alternativa era Keiko» Fujimori, hija de su antiguo enemigo, preso por cometer masacres durante su régimen dictatorial.

Gabriela Wiener en «El fascismo español dejó a sus nietos en Lima» (elDiario.es, 16 de junio, 2021) escribió sobre la reconquista española de la mano de la elite criolla (que es igual en cualquier país de América Latina): «La siguiente audacia de los ultras es la reconquista de sus viejas colonias, el retorno del imperialismo español en complicidad con las mismas elites criollas que marcharon esta semana por las calles de Lima con la bandera de la cruz de Borgoña, el estandarte virreinal de las colonias. El fascismo español dejó a sus nietos a cargo y siguen haciendo de las suyas en pos de su arcaica utopía», el más vociferante de ellos, el súbdito español Vargas Llosa, que se ensaña contra el país donde nació.

El estandarte a que hace alusión Wiener lo ondea Vargas Llosa también en México, donde ataca sin argumentos y ciego de odio al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien es reconocido como el mejor presidente del mundo y libra una batalla frontal contra la corrupción local y extranjera, y en su lucha ha tocado intereses del imperialismo español, que son los que le pagan al marqués peruano, que ha hecho coro con lo peor de la derecha mexicana y sus medios de desinformación. Desde que amlo era candidato presidencial y se perfilaba para ganar las elecciones, el monárquico escribidor empezó su sistemática campaña de desprestigio y mentiras. Llegó a decir que votar por amlo sería un «suicidio democrático». También, con motivo de la carta que envió el presidente mexicano a Felipe vi en la que exigía disculpas a España por los abusos cometidos en la conquista, el vasallo peruano brincó en defensa de la corona a la que sirve.

El fantasma Vargas Llosa recorre, un día sí y el otro también, el resto del subcontinente con su pregón fascista. Para él, todo lo que sea reivindicación popular, defensa de la tierra y de los recursos naturales, soberanía, anticorrupción, independencia es condenable. Y en todos los países mete sus narices. En Chile, también atacó a Gabriel Boric y apoyó al pinochetista nazi José Antonio Kast; en Colombia, lanzó su veneno contra Gustavo Petro y piropeó al paraco Rodolfo Hernández; en Argentina alabó al impresentable entreguista Mauricio Macri y atacó a Alberto Fernández; en Bolivia, llamó a votar por el neoliberal Carlos Mesa y condenó a Luis Arce, de izquierda; en Brasil, no se cansa de criticar al demócrata Lula da Silva y de ensalzar a Jair Bolsonaro, acusado de crímenes contra la humanidad; y siempre que puede manifiesta su tirria contra los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Sin embargo, sus diatribas contra la ola democrática que avanza en América Latina no han tenido eco en el pueblo, a pesar de contar con todo el apoyo de las elites saqueadoras y de sus medios de control ideológico. Pareciera que sus pronunciamientos a favor de los candidatos derechistas surten los efectos contrarios, pues éstos han sido apaleados de forma contundente en las urnas. Hasta se podría tomar como buen augurio que el candidato que apoye Vargas Llosa perderá las elecciones.

Le hace falta leer al escribidor Vargas Llosa, como afirma Beatriz Gutiérrez Muller, «porque la falta de lectura reduce la cognitividad». El declive de este hombre obnubilado por la democracia que por fin llegó a América Latina no sólo se nota en sus más recientes libros y escritos periodísticos sino en sus declaraciones cargadas de rencor y desprecio por los pueblos donde se venden sus libelos. Sus mentiras son referentes para saber que lo bueno está del otro lado de sus preferencias. Le falta leer la realidad, ubicarse en su contexto. Su encapsulamiento en la lumpenburguesía española, su avidez por el dinero lo están degradando tanto que si alguna vez publicó un libro bueno éste también se olvidará.

 

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