Cuando hay abundante oferta de algo uno tiene la capacidad y oportunidad de escoger lo mejor, tanto desde el punto de vista de calidad como de precio, y esa es una de las características que hacen operativo el mercado y conveniente para todos los consumidores. Para las próximas elecciones el ciudadano guatemalteco tendrá una oferta electoral muy amplia y, al momento, hay 28 partidos políticos que postularán candidatos para los cargos de Presidente, Vicepresidente, Diputados y miembros de las corporaciones municipales.
Cualquiera diría que con tanto candidato el ciudadano sí que tendría donde escoger, pero resulta que ninguno de los partidos funciona como corresponde a ese tipo de entidades de derecho público porque los afiliados no dicen ni pío a la hora de la postulación de los candidatos a diferentes cargos. Se trata, más que de partidos políticos, de agrupaciones clientelares hechas con la mentalidad de explotar las carencias de un sistema en el que florece la corrupción y ahora, gracias a Giammattei y compañía, la más absoluta impunidad para quienes se aprovechan del dinero de los contribuyentes.
Un partido político se organiza alrededor de ciudadanos que comparten ideología y aspiraciones para el país y de esa cuenta es que algunos pueden convertirse en poderosas instituciones políticas porque reflejan el sentir de buena parte de la población. Si vemos el historial de los partidos en Guatemala veremos que ninguno tiene esa característica y que todos son puras maquinarias electorales al servicio de cacicazgos que imponen su voluntad sin tomar en cuenta a las famosas “bases”. Los afiliados, dentro de nuestro sistema, no pasan de ser un requisito numérico que se tiene que llenar para lograr la inscripción, pero luego no son ni vistos ni oídos.
Si a ello sumamos una descomunal forma de control de todas las instituciones, lo que facilita el manoseo del proceso, podemos estar a las puertas de un abrumador retorno a lo que ocurrió en las elecciones de 1974, 1978 y 1982, durante la sucesión de gobiernos militares de aquella época del siglo pasado, puesto que esta dispersión política impedirá el fortalecimiento de alguna opción capaz de marcar la diferencia y romper el esquema actual.
Con tanto candidato, el ciudadano tendría que ser más cuidadoso en su elección, pero se verá abrumado no solo por la propaganda vacía y mentirosa, sino por los regalos y hasta obras ejecutadas corruptamente para alentar a figuras políticas con poder. El panorama electoral no es alentador y el ciudadano tendrá que ser muy selectivo para ejercer su derecho al sufragio si es que quiere salir del atolladero.