Por Juan Calles
Con la mente en blanco, viendo, sin ver la pared verde en una sala de espera, se me empiezan a dibujar rostros, animales, paisajes imposibles, árboles frondosos, imágenes que no están allí pero que sin embargo mi cerebro me las dibuja claras y hermosas sin querer y sin proponérselo.
Un rostro sin ojos; los dedos de una mano recorriendo pequeños bultos de realidad y recuerdos. Sin pertenecer, sin ser, Halfon baraja seis relatos y nos los sirve sobre esta mesa de paño verde que algunos llaman lectura, pero en el caso de la propuesta en el Signor Hoffman bien podría llamarse apuesta. Es el mismo autor quién nos habla de este viaje contenido en papel neutro y satinado de ochenta gramos.
En estas narraciones parece que volvés constantemente a vos mismo, a tus raíces, a tus ancestros ¿Es así?
Siempre empiezo desde mí mismo, y escribo hacia atrás. A veces es hacia mi infancia. Otras, hacia las historias de mis abuelos. Otras, hacia viajes o experiencias del pasado, que llevo como tatuadas en mi memoria. En cualquier caso, el mío es siempre un proceso íntimo.
¿Qué has encontrado en ese viaje de regreso?
Historias, que es lo único que me interesa encontrar. Es decir, narrativas. Ése es el único hallazgo al que puede y debe aspirar un narrador.
La ficción ¿cómo te sirvió para construir este libro?
Aunque siempre empiezo a escribir un cuento desde una realidad muy cercana —algún recuerdo de mi infancia, un rostro, un viaje, una imagen—, la realidad me es insuficiente. Necesito de la ficción para decir lo que tengo que decir, para transmitir la emoción que quiero transmitir. Porque mi intención no es describir una realidad, sino hacer que el lector la sienta. Y eso sólo se logra a través de la ficción.
Narrativa y ficción completando el caleidoscopio
Es una constante en Halfon las referencias a sus raíces y a sus ancestros, y otra vez el recuerdo de estar frente a la pared viendo aparecer rostros, antiguos y desconocidos; el orden y la vivencia que te propone la narrativa del autor te instala esos rostros en el cerebro que aparecen por entre las letras negras, en medio de los renglones en los que Halfon instala esas historias.
Organizada y fluida la narrativa en Signor Hoffman te permite disfrutar y acompañar al autor a un demencial campo de concentración italiano como a una demasiado asquerosa playa guatemalteca. Lejano y fatuo, Halfon nos lleva a esas historias guatemaltecas que pocas veces aparecen en sus libros.
En sus cuentos europeos la ficción parece brotar sin tapujos, embelleciendo y dotando de imaginación la narrativa; en los cuentos guatemaltecos que encontramos en Signor Hoffman parece que la realidad no le da cancha a la ficción, y se cumple el lugar común que afirma la patria potestad de la realidad frente a la ficción.
¿Cuál es tu piedra de toque para ficcionar, para crear?
Las imágenes. Lo único que tengo claro al sentarme a escribir es una imagen. No sé qué historia quiero contar. No sé qué quiere decir esa imagen, ni por qué me impresiona tanto. No sé nada, más allá de esa imagen. Por ejemplo, el número tatuado en el antebrazo de mi abuelo. Por ejemplo, una jaula de bambú en Sipacate. Por ejemplo, el rostro amenazante de un oficial de migración en la frontera entre Guatemala y Belice. Parto de una imagen. Nada más. Como si yo tuviera un álbum que voy llenando de imágenes, coleccionando imágenes, las cuales luego quiero compartir con el lector.
¿Existe en tu trabajo narrativo la necesidad de encontrarte a vos mismo?
Más diría que existe la necesidad de perderme. La literatura no encuentra nada. No descubre nada. No es ciencia. El escritor trabaja desde y hacia la incertidumbre, siempre.
En tu caso ¿importa la historia por la forma en que esté contada o es más importante cómo termina la historia?
Lo único que importa en una historia es cómo es contada. Pero esto incluye, claro está, cómo termina. Saber entrar, y saber salir. Así de fácil es escribir un cuento. Y así de difícil.
Desarraigo y los ojos sin rostro.
Las historias que encontré en Signor Hoffman no son entretenimiento, son una elaborada narrativa que sigue un orden y una lógica que guían tu imaginación, que guían la memoria y la lectura por un viaje hacia el desarraigo del autor ante su pasado, ante sus orígenes.
La “mirada” de Halfon parece siempre venir de otro lado, estar en otro lado y ser un tercero que cuenta una historia íntima y personal, “yo no soy este” parece decir en cada párrafo.
En primera persona narra Halfon, y así nos encontramos con un punto de vista que nos da mucha información sobre el autor, y se hace imposible no hacerse y hacerle la pregunta extra literaria sobre su identidad, sobre su ser ciudadano de esta patria cero.
Tu “estilo literario” es muy diferente al de los escritores guatemaltecos pero en más de una página encontrás un «guatemaltecazo». ¿Te sentís guatemalteco?
No sé qué quiere decir eso de sentirse guatemalteco. No me siento nada. Jamás he sentido que pertenezco a ninguna parte. Pero soy guatemalteco. Soy de aquí. Aquí nací y pasé mi infancia. Aquí tengo mi casa. Aquí vive mi familia. Aquí se custodia mi memoria. Aquí quiero estar y de aquí quiero huir. Eso es lo que siento. Y mi estilo literario, que no es más que mi aliento, emana de todo eso.