Por Henry Morales
La Unesco anunció este miércoles en Rabat la inscripción en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la Semana Santa de Guatemala, una fiesta popular que fusiona la herencia colonial y la tradición maya en la que participan miles de fieles y penitentes.
«Expertos de todo el mundo estudiaron los elementos que componen a nuestra Semana Santa, logrando una histórica y emocionante votación» en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), dijo el viceministro del Patrimonio Cultural, Mario Maldonado.
«La Semana Santa la vivimos diferente al mundo» en Guatemala, declaró por su parte a la AFP el ministro de Cultura, Felipe Aguilar.
Destacó que las costumbres en el país, así como su música, la comida y el arte, son resultado de una «fusión de culturas», una expresión de sincretismo entre el catolicismo llegado de España y las creencias ancestrales mayas.
La celebración de la Semana Santa comenzó en Guatemala en el siglo XVI con los conquistadores españoles, pero los nativos mayas la mezclaron con sus tradiciones y su cosmovisión.
«La influencia prehispánica que tiene la Semana Santa guatemalteca la convierte en única», resaltó Aguilar.
Las expresiones culturales mayas y españolas fueron mezclando además con las de los afrodescendientes y transformando a lo largo de los siglos.
«GATEADORES»
En San Andrés Sajcabajá (noroeste), cada Viernes Santo unos 15 penitentes, con taparrabos y el rostro cubierto, recorren arrodillados unos cinco kilómetros con espinas en la cabeza o en la espalda.
De esta forma el pueblo K’che’ recrea la pasión de Cristo, buscando expiar los pecados, pedir perdón o dar las gracias al Creador.
Para que estos «gateadores» no se dañen las rodillas, otros devotos van colocando alfombras de hilos en el suelo.
También hay procesiones con miles de fieles que visten túnicas moradas o negras, con el rostro con capucha o «cucurucho», que llevan en andas imágenes de Cristo y de la Virgen María.
Inicié mi día de trabajo con el corazón rebosante de alegría por el anuncio de que la Semana Santa fue nombrada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Agradezco a la @Unesco por reconocer la espiritualidad, cultura, identidad y sincretismo que tanto caracteriza a Guatemala. pic.twitter.com/2KVOrUlMhj
— Alejandro Giammattei (@DrGiammattei) November 30, 2022
Sobre el asfalto se colocan vistosas alfombras multicolores de aserrín o flores, que van siendo destruidas con el paso lento de los fieles, al sonido de la chirimía (oboe artesanal), tambor y bandas de música sacra.
Por ello, la Semana Santa en Guatemala trasciende lo religioso y es una «fiesta nacional», que «se convirtió en un aspecto netamente cultural y de identidad nacional», afirma Aguilar.
En los hogares se cocinan platillos típicos, como conservas dulces, curtidos de verduras y pescado seco preparado de distintas formas.
Y en las calles de las procesiones y cerca de las iglesias se instalan puestos de comida y vendedores ambulantes que venden comida, golosinas y toda clase de productos.
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— Diario La Hora (@lahoragt) December 4, 2022
Los mayas fueron una de las principales civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica y actualmente representan el 42% de los 17 millones de habitantes del país.
Sus primeras ciudades florecieron unos 2.000 años a.C. y sus vestigios son un atractivo turístico no solo en Guatemala, sino de naciones vecinas como México, Belice, Honduras y El Salvador.
«FUERTE Y ARRAIGADA»
«Es un fenómeno cultural y religioso que se replica en todos los municipios del país. Es la fiesta nacional del guatemalteco», destacó Fernando Barillas, de la Asociación Guatemalteca de Cucuruchos Seculares.
El grupo reúne a devotos cargadores que buscan entender y analizar «desde la sociología, semiología, economía y distintas ciencias» la Semana Santa.
«No hay nada más grande a nivel de fiesta» en la cultura popular del país, sobrepasando en fervor a la Navidad o el Corpus Christi, dijo Barillas.
«Es la que mayor auge y mayor fuerza tiene a pesar de los cambios generacionales y a pesar de la pérdida de fieles católicos» en Guatemala ante la expansión de la iglesia evangélica, explicó.
«Esta tradición se mantiene fuerte y arraigada en el ideario de la cultura popular tradicional del guatemalteco. Es un reconocimiento justo, necesario e importante», expresó Barillas.