Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

Este fin de semana la población del mundo alcanzó los 8,000 millones de personas, según estadísticas demográficas, demoramos únicamente 11 años en pasar de 7,000 millones a esta nueva cifra. Dicen los expertos que en algún momento cercano al 2080, la población mundial se estabilizará, sin embargo, mientras alcanzamos esa estabilización, seguirá creciendo y es un hecho que hoy no podemos dar alimentos, salud, educación y una calidad de vida mínima a los que ya somos, dejando en claro que el problema solo se hará exponencial.

Hace bastante tiempo que sabemos que los niños, al igual que no vienen de París, y que tampoco los trae una cigüeña, no vienen con un pan bajo el brazo. Si bien, el Fondo de Población de Naciones Unidas señala la reducción de la pobreza, la sustancial mejora de la sanidad y el incremento del acceso a la educación como algunos de los grandes impulsores demográficos, esta realidad es evidente que no se da en todas las latitudes del planeta.

El mundo no puede presumir de vivir sus mejores días de responsabilidad, la cantidad de niños que da a luz una mujer se incrementa según el bajo nivel de escolaridad que tengan la persona y el país. El otro día, mientras me encontraba abordando una lancha para cruzar de la isla de Flores en Petén hacia mi destino, una mujer de escasos recursos, pasaba la tarde en el muelle, junto a tres menores que la acompañaban, presumiblemente sus hijos, dentro de ellos una bebé de escasos meses que llamó la atención de una extranjera, quien se acercó a jugar con ella. No habían transcurrido ni 30 segundos, cuando la presunta madre le dijo “se la vendo”, se hizo un silencio incómodo en el muelle, pues no habíamos podido o querido entender el mensaje, cuando insistió, ¿Cuánto me da por ella?

La realidad siempre supera a la ficción en Guatemala, no conozco el desenlace de la historia, pues mi lancha ya partía, pero el ejemplo es claro y adecuado al evento demográfico que vivimos este fin de semana, somos 8,000 millones de personas en el planeta y no todos tienen garantizado vivir por encima, cuando menos, del umbral de la pobreza extrema.

Un reportaje de la BBC del día de ayer, indicaba que las tasas de fertilidad están cayendo globalmente, incluso en muchos de los países donde las poblaciones se están expandiendo. Eso es porque a medida que las generaciones anteriores se expanden, hay más personas que tienen hijos, aunque individualmente tienen menos hijos que sus padres. Se espera que este patrón se sostenga, lo cual indicaría que la expectativa de vida global alcanzaría los 77,2 años para 2050. El famoso bono demográfico del que hoy disfruta Guatemala, no seguirá igual, lo que sembremos hoy en educación, salud, alimentación mínima, infraestructura y en cultura, definirá el futuro de los guatemaltecos dentro de 20 o 30 años, es decir, de aquellos que viven la juventud hoy y forman parte de esos 8,000 millones que hoy vivimos en el mundo.

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