Ayer vino a Guatemala el Coordinador Global Anticorrupción de los Estados Unidos y se reunió con el Canciller guatemalteco para hablar del tema y de la situación existente. El ministro de Relaciones Exteriores le dijo con toda la seriedad del mundo que “el país ha realizado esfuerzos para la lucha contra la corrupción”, destacando que se “involucra a todo el gobierno” para lograrlo, mediante la creación “de una cultura contra la corrupción” en compras con “principios de transparencia”.
Un punto específico que mencionó el funcionario guatemalteco fue que “el sector justicia cuenta con fiscales especializados en la lucha contra la corrupción”, aunque no dijo que todos los especializados en esa materia están siendo perseguidos sistemáticamente, con algunos en prisión y otros en el exilio, debido al trabajo que durante años hicieron para investigar el saqueo del erario. Y lo dijo a pesar de la presencia, en Estados Unidos, de varios de esos fiscales especializados cuyo destino fue el asilo. En cambio, resaltó la importancia de que todos se hagan escuchar debido a que aquí “la sociedad culpa y condena a los funcionarios sin tener un juicio justo para defenderse”.
No explicó la diferencia existente entre la debida presunción de inocencia y la certeza de impunidad, ni por qué, bajo este régimen, no ha habido ninguna investigación seria sobre corrupción, pese a que es obvia por la forma en que se encuentra la infraestructura nacional y cómo las obras contratadas se destruyen en menos de un año, disponiendo ahora de la red vial en peores condiciones de la historia del país.
El Ministro cumplió su papel de pintar al gobierno, del que forma parte, como un régimen anticorrupción, dando a entender que es “la sociedad” la que no solo habla del tema sino culpa y condena a los funcionarios. Aprovechó, eso sí, para señalar el papel de Guatemala en la contención de esas caravanas de migrantes venezolanos que tratan de cruzar la frontera y los estrechos vínculos con Estados Unidos y el esfuerzo de ese país para implementar acciones anticorrupción a nivel global.
El lenguaje diplomático es muy especial y debe ser entendido en su justa y cabal dimensión. Desde ese punto de vista, el Canciller hizo lo que le correspondía porque recibió al funcionario norteamericano y le dio lecciones de transparencia y honestidad en el manejo de la cosa pública. Nadie esperaba que aceptara cuán mal andamos ni que se dijera que ya no hay fiscales expertos en el combate a la corrupción porque están presos, exilados o perseguidos.
Y el enviado de EUA, por supuesto, tomó las cosas entendiendo la situación.