“Cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad.”
“Cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad”.
Una palabra muy fuerte, llama a un cambio, llama a la transformación de estructuras ejecutivas y a la revisión de concepciones ideológicas.
Guatemala, ha vivido una experiencia que le hemos llamado revolucionaria por los cambios y sobre todo porque “la Revolución del 44 significó la modernización de la vida política en nuestra historia institucional”, como dice el doctor Jorge Mario García Laguardia, abogado, constitucionalista e historiador de derecho. ¿Una “baño de sangre”? No. ¿tráfico de armas para sostener las batallas? No. ¿Multimillonarias campañas para mantener un planteamiento ideológico? No.
Una generación inició un proceso de aceleración del encuentro del Estado con la ruta al desarrollo que esta sociedad necesitaba para salir de la época medieval en la que se encontraba. Una década.
¿Podemos hablar de logros? Si. Hechos que transcendieron el tiempo. Siete décadas que demuestran que los hombres y mujeres nacidos en estas tierras pueden realizar construcciones colectivas en su propio beneficio cuando se lo proponen. Sobre todo, le dieron otro contenido a una revolución. Mas rápida, menos mortal, más efectiva y con mayor consenso de transformación. Y el capital más potente es que abrieron una ruta a la formación de ciudadanía, la que hace democracia, la que la sostiene y le da dinamismo con sentido de futuro y de colectividad. La Constitución política de 1945 (13 marzo 1945) que entró en vigor el 15 de marzo de ese año junto con el Presidente Juan José Arévalo (85% de votos), demuestra la madurez de una dirigencia que veía el futuro con perspectiva de Estado.
El derecho de libre sindicación, huelga y paro, la indemnización laboral, el reconocimiento de la propiedad privada, la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el derecho de las mujeres y personas analfabetas al voto, las reformas al tema de la moneda y a la educación, la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala y la creación de la Ciudad Olímpica son avances sustantivos para la vida política del país. Su impacto es vigente. Su evolución nula.
A 78 años, también las elites han hecho retroceder el tiempo.
Han llevado al país a las condiciones del gobierno de Jorge Ubico Castañeda y la presidencia provisional del General Ponce Vaides. Esa es la situación actual.
Estas condiciones están llamando a gritos a una acción similar a la Revolución del 44.
68 años (desde el derrocamiento de Jacobo Árbenz) los ha llevado a crear un sistema perverso que ha vaciado el contenido del Estado de Derecho. Ha anulado el sentido de justicia. Pervertido y privatizado la democracia. Aniquilado la legitimidad de las instituciones. Convenciendo a la clase media que esto es lo correcto y lo bueno. Amansando y domando el espíritu ciudadano hacia el consumismo y el clientelismo político. Nos han regresado a la época medieval. El Código de Trabajo es el más violado y el garante de que no cambie nada es la institucionalidad supuestamente responsable del cumplimiento de los derechos de los trabajadores.
¿Dónde ha quedado el sentido de transformación desde la sociedad?
¿Los hombres y mujeres que han nacido en este territorio, con conciencia de presente, con sentido de futuro y luego de aprender las lecciones de la historia, buscaran la ruta a la democracia y a la modernización del Estado?