A los deportistas guatemaltecos de las distintas disciplinas les corresponde pagar los platos rotos en el festín montado desde hace tanto tiempo, financiado con los fondos destinados al deporte, y que convirtió tanto a la Confederación Deportiva Autónoma como al Comité Olímpico Guatemalteco, en una muy ansiada presa de muchas mafias. Porque en la disputa, complicada por la intervención de la Corte de Constitucionalidad, no hay bandos buenos pues todos están peleando por tener el control de las millonarias sumas existentes.
Desde hace ya muchos años la CDAG y el COI fueron capturados por “dirigentes” a quienes les importa un pepino el atleta. Primero fue por los viajes con gastos pagados, pero pronto se vio el arca abierta y la ausencia de control sobre los millonarios recursos. Allí se disparó la ambición, organizando poderosas mafias que se fueron orquestando para lograr sus objetivos de enriquecimiento. Y todo parecía ir de maravilla, pero de pronto la mafia mayor se dio cuenta de las cantidades en juego y dispuso desbancar a la que estaba manejando la jugosa ola de trinquetes y por ello se armó Troya.
La disputa fue feroz y se hicieron mutuos señalamientos de corrupción entre los grupos, pero habiendo ganado quienes tenían el sartén por el mango, los otros recurrieron a la Corte de Constitucionalidad, que ahora baila al son de “Jefe de Jefes”, y analizando únicamente el rendimiento de las partidas, dispuso anular todo el proceso electoral, generando así una queja ante el Comité Olímpico Internacional, entidad rectora del deporte mundial, y de allí la sanción tan dañina para los atletas nacionales.
Nuestro deporte se mantiene en pañales porque a sus dirigentes no les importa ni interesa invertir en la formación de nuevos atletas preparados por entrenadores de calidad. No llegaron a sus puestos para ello sino a disfrutar de esa ausencia de control existente en todo lo relacionado con el manejo de los fondos y la millonaria suma generada por los situados constitucionales.
Ayer quedó confirmada la expulsión de nuestros atletas de cualquier evento internacional, dejando truncados muchos sueños de personas dedicadas a entrenar con tenacidad y empeño para poder participar en alguna de las gestas más importantes del mundo. Y a nadie le importa un pepino esa situación porque el meollo de la disputa, repetimos, no está en quién puede hacer más por el deporte guatemalteco, sino en quién se puede robar más dinero de esas jugosas partidas puestas a disposición de los largos y que crecen exponencialmente en medio de esa avalancha de corrupción tan propia del nuevo modelo político nacional.