Edith González
La actividad física es buena para la salud, especialmente el ejercicio aeróbico. Considerado un potente estímulo que protege las nuevas neuronas y refuerza la cognición y el rendimiento cerebral. Muchas adaptaciones humanas se relacionan con nuestra capacidad de estar físicamente activos, ya que la supervivencia depende de la capacidad de moverse para obtener recursos, encontrar pareja y evitar a los depredadores.
Los humanos estamos bien adaptados para actividades que requieren resistencia en lugar de potencia y para actividades que son raras o están ausentes en otros primates y mamíferos, como la capacidad de caminar y correr largas distancias a velocidades relativamente rápidas en condiciones cálidas y áridas.
El Homo erectus, nuestro antepasado más antiguo, conocido con un cuerpo que era esencialmente humano fue la primera especie en practicar una forma de vida de caza y recolección, que significaron una fuerte dependencia de las actividades que requieren resistencia, sobre todo caminar largas distancias.
Nuestro sistema neurofisiológico responde a los estímulos generados por la actividad física, especialmente el ejercicio aeróbico, y parece desempeñar un papel importante en la motivación de las personas para ser físicamente activas y mejorar el rendimiento.
Los médicos piensan en el ejercicio como una estrategia para prevenir o ayudar a tratar enfermedades, los biólogos evolutivos como una adaptación antigua. Desde esta perspectiva, hasta hace muy poco, los humanos nunca podían evitar la actividad física; por lo tanto, los cerebros humanos la requieren simplemente porque evolucionamos para ser físicamente activos.
Por eso las personas que caminan tienen en general mejor salud que las que no lo hacen. En el cerebro, el aumento de los niveles de actividad física, especialmente el ejercicio aeróbico, dan como resultado una mayor producción de factores que, a su vez, aumentan la formación de nuevas neuronas, el retardo de la muerte celular y los procesos mentales que nos permiten recibir, procesar y elaborar la información.
Para interpretar los desajustes se utilizan dos criterios: 1. la enfermedad es actualmente más frecuente y más grave que entre las poblaciones humanas del pasado. 2. Los determinantes prevenibles de la enfermedad se han vuelto más comunes en los ambientes modernos.
Varias enfermedades neurológicas y psiquiátricas son buenas candidatas para enfermedades de desajuste, especialmente en las que la inactividad física es un factor de riesgo o puede acelerar la enfermedad, como el Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple, la ansiedad y la depresión.
Los cerebros humanos requieren actividad física para funcionar de manera óptima porque evolucionaron entre nuestros ancestros cazadores-recolectores que casi nunca pudieron evitar el ejercicio basado en la resistencia. Debido a que la energía de los alimentos era limitada entre nuestros antepasados, se desarrollaron para requerir estímulos de la actividad física ajustables a la capacidad de demanda.
Por eso los cerebros humanos están mal adaptadosa la inactividad física extrema típica de muchas personas en la actualidad, lo que contribuye a la alta prevalencia y gravedad de muchos trastornos neurológicos y de salud mental en la actualidad, pero bien adaptados para obtener importantes beneficios para la salud de las actividades atléticas, especialmente aquellas que involucran ejercicio aeróbico.
La OMS recomienda caminar 10,000 pasos al día, lo que representa una distancia de siete kilómetros.
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