Mario Alberto Carrera
¿Es la cultura un mal? ¿Es la civilización una basura? ¿Las ciencias y las artes contribuyen a mejorar al hombre o están hechas y dirigidas para someterlo más, para esclavizarlo más?
Rousseau contestaría afirmativamente. En él siempre hubo un frondoso y ubérrimo maestro de la anarquía y acaso del nihilismo.
La mayoría de personas “sensatas” y sobre todo optimistas y “positivas” (de las que creen que el vaso no está lleno sino rebosante) dirían -aun hoy 1 de octubre de 2022 de nuestra “flamante cultura”- lo mismo que Leibniz decía en torno al mundo: que este es el mejor de los mundos posibles, para encararse con Voltaire que en el “Cándido” opina –pesimista- todo lo contrario. Y para anticiparse a Freud y a la tesis fundamental de su libro “El malestar en la cultura”. No es de ahora que se cuestionan las “bondades” de la cultura y de la civilización, que algunos ven como a una cuerda de ambiciosos, sobre todo en el rango político.
Nadie digamos que “en sus cabales” (esto es, con raciocinio) se lanzaría a afirmar (primero, porque piensa justamente lo contrario y segundo, porque no se atrevería por miedo a los “doctores” y “autoridades” universitarias o académicas) que lo que hemos creado y conseguido –en sociedad- y que hemos bautizado como cultura y civilización no es más que un horrendo, criminal y obsceno promontorio de sobras, bazofia y cochambre de la peor calidad y en cantidad colosal. Un mundo que nada en hambre y “sobrevive” en la miseria y cuya ciencia se especializa en la creación de sofisticado armamento nuclear para someter a Ucrania: civilizaciones para las guerras locales o internacionales. En su día, Juan Jacobo Rousseau se atrevió a condenar la cultura en un famoso certamen que se realizó en Dijon y que había sido convocado bajo el tema: “¿El progreso de las ciencias y las artes contribuye a corromper más las costumbres?”. Rousseau en su largo trabajo –para el certamen de Dijon- afirmó que las artes y las ciencias contribuyen a esclavizar al hombre -y no a liberarlo- acaso inspirado en la escuela helena de los cínicos que tuvo como motivador principal a Diógenes el Perro del que son epígonos los nihilistas contemporáneos.
La gente cree –corriente e ingenuamente- que el arte y sobre todo la ciencia no tienen ideología y que no están al servicio de nadie y menos aun de la muerte. ¡Qué equivocados están! Sería preferible vivir en la incomodidad de la naturaleza que haber arribado tan criminalmente a la cultura. Cercano al anarquista están otros en su denuncia del hombre unidimensional. La naturaleza es noble e ingenua –agresiva- pero no perversa -como la cultura- porque ésta presenta sus conquistas como un bien social o común, mas todo cuando crea y realiza lleva el único fin de enriquecer a unos y empobrecer y esclavizar a las muchedumbres. De ahí el fracaso del modelo neoliberal.
Juan Jacobo Rousseau tenía razón. Ya sabemos todos que el hombre es un ser político y que cuanto lleva a cabo tiene el único fin de someter al prójimo, de mandar y ordenar sobre él. Esto lo vemos en el seno de la familia donde el padre despótico somete y humilla (sutil o groseramente, cada quien tiene su estilo) a la mujer y a los hijos, así como en la sociedad y en el Estado -como el nuestro- que somete a todos a la autocracia diciendo y fingiendo que es democracia constitucional. Ese es el gobierno de Giammattei. Todos los hilos sociales convergen en un solo punto: El Poder. Y este no para construir y hacer el bien sino para consumar los males más horrendos trajeados de hipócrita democracia como la que viste Giammattei. Al menos -en la época del empirismo- el absolutismo era menos teatrero, menos pervertido con disfraces que hoy sí que se estilan.
Claro que los que estamos en la cima de lo intelectual, lo económico o lo académico no experimentamos cien por ciento así la cultura, la civilización o la sociedad a menos que hagamos un esfuerzo por salir de nuestra zona de confort.
La ciencia y la técnica están dirigidas hacia dos vertientes. La vertiente A aglomera todos los descubrimientos que de lejos o de cerca sirven para someter a otros como las armas nucleares. La vertiente B crea en cambio una técnica y una ciencia consagradas a la persuasión y al mensaje subliminal -por ejemplo en las redes sociales y en el marketing- que nos conducirán aberradas al consumo de bienes y objetos innecesarios, con lo que vendemos nuestra plusvalía, nuestra vida, nuestra voluntad a los bancos que nos desintegran lujuriosos con intereses, hipotecas y embargos, que advierto que yo ni sufro ni experimento porque dichosamente vivo muy austeramente.
¡Y por los indígenas!, –brasileños o guatemaltecos que en la cultura son infrahumanos- ¿Qué ha hecho por ellos la civilización sino bestializarlos tras 500 años? Qué razón tenía Rousseau cuando hacía una condena de la cultura, las ciencias y las artes de su tiempo. Aunque haría lo propio con las de nuestros días y nos las absolvería. ¡Estoy seguro!