Cualquier proceso oscuro de licitación debe ser denunciado e investigado, simplemente porque está en juego el dinero de los guatemaltecos, ese que se embolsan con toda tranquilidad muchos comprometidos en la gran alianza que tiene el control de todas las instituciones del país. Pero si esa nebulosa negociación se hace para adquirir el software que será utilizado en las próximas elecciones para todo lo relacionado con el manejo informático de los votos y el resultado final, obviamente no es solo el dinero lo que está en juego, porque se generan fundadas sospechas de que el TSE, parte de esa alianza, esté preparando algo grave y funesto.
Desgraciadamente tenemos un historial de fraudes electorales que para el pelo. Todos nuestros dictadores se reeligieron mediante procesos viciados que, por la dictadura, nadie pudo verificar y la palabra de la autoridad electoral era final y definitiva. Luego, en los años de los gobiernos militares de 1970 a 1982, los fraudes se hicieron de manera burda e insolente, amparados por la fuerza de las armas y la represión que, en esos años, era brutal en contra de quien se pusiera enfrente y quedaba en el marco del llamado conflicto armado.
A partir de 1985 hubo incidentes que enturbiaron las elecciones, como aquel famoso apagón durante el cual hubo un giro en los resultados, pero la confianza en los magistrados del Tribunal Supremo Electoral hizo que la ciudadanía creyera en los procesos. Esa confianza ha desaparecido por completo tras el proceso en el que fueron electos los actuales magistrados, que tiene los mismos vicios de todo lo que tiene que ver con designación de magistrados de cualquier órgano o instancia.
Los actuales fueron nombrados como parte de la total captura del Estado y no se puede tener confianza en ellos, como no la hay en la CSJ, muchas de las Salas de Apelaciones y la misma Corte de Constitucionalidad, puesto que son instituciones que están descaradamente al servicio de los intereses de esa gran alianza oficialista. Y si a ello sumamos una compra oscura en un elemento tan fundamental como será todo lo relacionado con la transmisión de datos en el día de elecciones, suponer que se está ya armando la trampa no es una idea descabellada, en ningún sentido.
Aquí ya no es de pensar mal para acertar. Tal y como se han dado las cosas, pensar bien sería de incautos, por no decir pendejos, puesto que sabemos exactamente en qué están concentrados los funcionarios guatemaltecos y sus socios de las élites. Y nada de ello tiene que ver con la democracia.