Después de dos años en los que las limitaciones para contener la pandemia impidieron la pública celebración de las fiestas de independencia, para esta semana se anuncia ya el traslado de antorchas y la realización de desfiles como parte de la vuelta a la normalidad. Nuevamente el fervor por la Patria se vuelve a manifestar recordando la fecha de esa Independencia que, para marcar el destino eterno de este país, fue declarada por los llamados próceres apuradamente para impedir que el pueblo realizara tal declaración por sí mismo, posibilidad que aterró a la élite de la época.
El conocimiento de nuestra historia no es una de las cuestiones a las que dedicamos tiempo los guatemaltecos y nos quedamos con un formalismo que basta y sobra para encender eso que el himno llama el “patrio ardimiento”, razón por la cual no nos preocupa saber qué hubo detrás de esa efímera independencia, que duró apenas meses porque luego nos hicieron formar parte del Imperio de México de Agustín de Iturbide.
Y desde nuestro origen hemos estado bailando al son que tocan unos cuantos que con habilidad marcan el rumbo de la vida nacional, tanto en contubernio con los políticos como enfrentándolos y destrozándolos cuando no se pliegan a sus dictados. Pero en los últimos meses hasta esos todopoderosos han tenido que rendirse ante un modesto pero autoritario Jefe de Jefes que les gira instrucciones en un tono al que nunca estuvieron acostumbrados. Y es en ese contexto que ahora vamos a celebrar las “fiestas de la independencia” con cientos de corredores portando antorchas con el fuego de la libertad, sin que entiendan o se preocupen por conocer el sentido real de ese valor ciudadano cada día más deteriorado.
Poco encuentra uno en el repaso de los textos oficiales sobre la independencia que hable de lo que realmente perseguían quienes la firmaron. De no ser porque ellos mismos dispusieron dejar constancia en el Acta de que se apresuraron a hacerlo, temerosos de que el pueblo hiciera de las suyas, podría suponerse que realmente eran patriotas que querían librarse del dominio colonial de España, no solo para ya no pagar tributo a la Corona, sino para dignificar a su propio pueblo.
La promoción de la última “Marca de País”, vacía y plagiada, viene a ser una confirmación de cuán conformistas somos, de cómo nos tragamos siempre cualquier patraña sin profundizar siquiera en el país que tenemos y el país que realmente queremos. Esta semana de festejos debiera ser de reflexión para buscar la ruta precisa de una Guatemala independiente, de verdad, próspera y justa.