Raúl Molina
El 27 de abril pasado, la indignación ciudadana ante el abuso y corrupción se manifestó en la Universidad de San Carlos. Estudiantes tomaron el Musac, para impedir la perversa elección organizada por el Consejo Superior Universitario (CSU), que intentaba consolidar el fraude a favor de Walter Mazariegos. Heroica acción que invalidó el corrompido proceso electoral, cuando dicho Consejo, a su antojo, cercenó veinticinco electores debidamente electos en los treinta y cuatro cuerpos electorales. La anulación ese día de la elección llevó al CSU, por escasa mayoría, a dar su “golpe de Estado”, con respaldo de un tribunal, forzando una elección ilegal y sancionando la toma en secreto del falso rector el 1 de julio. Los muchos días de rebelión han sido marcados por la resistencia universitaria, integrada por autoridades, profesionales, docentes, estudiantes y trabajadores, quienes han ocupado recintos universitarios, han detenido las labores académicas y han impedido que se consolide el fraude. El pasado 6, el usurpador de la rectoría se hizo acompañar de funcionarios de la Usac para anunciar, de manera virtual, que se comprometía a “normalizar” la universidad, para lo cual ofreció un falso diálogo, como excusa para solicitar la represión estatal, física y “legalizada”, como acción del Estado.
La resistencia universitaria no puede abrir diálogo con el falso rector, por no tener éste la calidad moral para actuar como autoridad universitaria. Está dispuesta a dialogar con el CSU, sin embargo, para viabilizar una solución a la crisis, la cual pasa por la anulación del proceso electoral anterior. Para ese eventual diálogo, mediado por personalidades nacionales y/o internacionales, con autoridad moral reconocida, la resistencia universitaria debe organizar un cuerpo de conducción del proceso de resistencia y de las conversaciones para salir de la crisis. Es esencial que ese cuerpo represente debidamente a los diversos sectores que han mantenido la resistencia, con hombres y mujeres designados democráticamente. Debe indicarse cuál mediación sería aceptable (no la del PDH, seguramente), para evitar manipulaciones y que su peso ético contribuya efectivamente a solucionar la crisis. Es indispensable que se definan los puntos esenciales para cambiar la terrible condición hoy de la Usac e iniciar el proceso de transformación con un nuevo proceso electoral.
Debemos tener presente que la solución de la crisis debe reflejarse hacia la sociedad civil en su conjunto. Seguir tolerando un Estado en las manos de la kakistocracia –lo peor del país- nos hace perder autoridad moral frente a nuestro Pueblo. Debemos tomar conciencia de que toda acción nuestra debe desgastar al régimen infame de Giammattei, tanto con grandes actos como con pequeñas acciones, y que debemos construir, rápidamente, una opción social y política nueva, para que asuma ya la conducción del país. Para ello, al igual que en la Usac, debemos generar un liderazgo propio, capaz, probo y respetado, que coordine las iniciativas para erradicar a las y los corruptos e instalar un gobierno nuevo, del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo.