Flor de Libertad Cruz Paz (*)
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa y crecí en La Gomera. Los primeros recuerdos que tengo de “Santa”, son los viajes anuales para adornar la tumba de la abuelita en el Día de los Santos y las visitas a familiares. Especialmente recuerdo con cariño a Juanita Méndez y a mis primas: Verónica y Regina. A “Vero” la amaba mucho, era maestra y tenía libros de cuentos hermosos que me prestaba. Además, nos llevaba a Mar y a mí, al resbaladero gigante; en la noche, nos dirigíamos al parque, cosa que nunca hacíamos en La Gomera, y me parecía una experiencia emocionante; sobre todo, ver las golondrinas sobre los alambres del alumbrado público. Imagínense a “Vero” platicando y yo contemplando las avecitas. De la misma forma, me encantaba el jardín de Doña Juanita. Era hermoso.
Mientras crecía, desarrollé otro tipo de contacto con Santa, por medio de las anécdotas familiares. Ya de mayor, no solo fue “Santa, la familia”, sino “Santa, la de compañeros y compañeras de lucha política”. Y a partir de allí, “Santa” ya no fue solo las historias contadas, sino también las vivencias y aprendizajes hermosos. En este ensayo escribiré los recuerdos de familiares, que dibujaron una “Santa”, que me hizo quererla y sentirme orgullosa de haber nacido en Santa Lucía Cotzumalguapa.
Las memorias más antiguas son sobre una epidemia, los tíos no la vivieron, pero sus padres les contaron que “por carretadas llevaban los cuerpos al primer camposanto”, ubicado en la actual Colonia Libertad; debido a que no había espacio para más enterramientos, las autoridades construyeron el cementerio existente. Después de mucho tiempo, otro evento es mencionado: la electricidad. Mi tío contaba que había dos dinamos: uno estaba localizado en el Río San Cristóbal y el otro en el Río Pantaleón; los propietarios eran una Sociedad Anónima, y el accionista mayoritario era Rufino Monroy. Mamá recuerda que la energía eléctrica funcionaba por horas estipuladas y cuando llovía, el fluido eléctrico fallaba. Posteriormente el gobierno por medio del Decreto 1287 del 27 de mayo de 1959 creó el Instituto Nacional de Electrificación, INDE, y éste fue el reemplazo de los dinamos de la sociedad anónima luciana.
Escuché también que las calles eran empedradas y en verano los habitantes removían la maleza de entre las piedras. Asimismo, me llamó particularmente la atención que la municipalidad se comunicaba por medio de “bandos”, anunciados por los policías municipales uniformados de color caqui, casco de corcho y palo barnizado; éstos marchaban y en cada esquina el sonido del redoblante anunciaba que darían lectura a los avisos oficiales. Algunos recuerdan a los policías apodados: “El gatillo Veloz” y “Barquillo”. Y antes de las fiestas patronales y navideñas salían a indicar que todos debían pintar las casas. Todas eran de madera y los habitantes mezclaban la cal con agua, bolsas de pintura en polvo y sal para hacer la mezcla correspondiente. Puedo imaginarme todas las casas de madera bellamente coloreadas.
Adicionalmente, en los gobiernos revolucionarios de 1944 -1954 en el ámbito artístico cultural, hubo un teatro ambulante y gratuito que se presentaba en todo el país. Éste fue ubicado enfrente de la iglesia católica, ulteriormente, los maestros formaron el grupo de teatro local y presentaron la obra “Un loteriazo en plena crisis”, escrito por María Luisa Aragón. El elenco artístico estuvo integrado entre otros por: Ismael Santo, Anibal Landaverde y Félix Veliz Santos. Entre otras artistas, resalta la participación de Amalia García Salas, quien cantaba y bailaba como española. Igualmente, las marimbas eran parte de la escena cultural luciana, ejemplo de ello: la Marimba Doble del Pueblo y el Conjunto Apolo, donde participaban los Gaitán, Lalo Echeverría, Rafael Santos Jurado, entre otros.
Y el 15 de septiembre y el 20 de octubre realizaban concurso de marimbas y uno de los requisitos era dar serenatas en las esquinas del pueblo, esto era conocido como Alborada. Grandes músicos fueron directores y compositores a través del tiempo, como José Adolfo Gálvez Gaitán, quien compuso Aires lucianos y Santa Lucía Cotzumalguapa; y Orlando Meléndez Lechuga, director de la Gallito, quien compuso las Lucianitas y Costa Sur; también Celso Monzón cantaba en un trío y compuso Las Lucianitas. He aquí una de las estrofas que mi mamita canta: “Ay Cotzumalguapa te quiero yo tanto, pues bajo tu manto, pues bajo tu manto, se esconde mi amor”.
Siguiendo con los recuerdos compartidos, en el ámbito de los servicios de salud y jurídico, cuentan que semanalmente llegaba un abogado, Luján Álvarez; un dentista, Dr. Jiménez; y un doctor, de apellido Galindo, que se hospedaban en el Hotel “Augusto”, ubicado a la vuelta de la municipalidad. Supe, además, que, en el área educativa, en la Escuela Nacional impartían los grados de Primero, Segundo y Tercero Primaria. Y el colegio “La Educación”, del profesor José Mejilla, impartía los grados de Cuarto, Quinto y Sexto Primaria. Los exámenes eran orales y públicos, y los realizaban en el Salón Municipal ubicado en el actual parqueo de los taxis.
Otra cuestión relacionada, era la biblioteca municipal, ubicada donde está la Casa de la Cultura; y quienes la atendían eran las Señoritas Barillas. Años más tarde, los maestros de las escuelas nacionales formaron el Instituto Pre Vocacional Santa Lucía para impartir la educación básica, en las instalaciones de la Escuela Nacional de Niñas en la jornada vespertina. Su director era Justo Rufino Soberanis, y algunos de los maestros eran Arturo Oliva y Lidia Alemán. Otro esfuerzo por la educación fue realizado por “los leones”, que fundaron el Colegio Istmania. Ya para ese tiempo los exámenes eran escritos, y los realizaban a medio año y a fin de año escolar. Los maestros recibían las evaluaciones selladas por el Ministerio de Educación para que los estudiantes los respondieran.
En otro tipo de memorias, en el ámbito comercial, el primer mercado fue el de San Cayetano, (Hoy, equivocadamente, llamado el numero 2) posteriormente lo nombraron San Juan. El domingo abarcaba varias calles y había vendedores de tierra fría. Era ordenado, alegre y colorido. También estaba “la Plaza de Coches”, donde vendían cerditos. Además, supe que la primera fábrica de hielo fue la de Javier Monroy, ubicada en el camino al hipódromo. También me mencionaron que la estación del tren estaba a unos kilómetros de la añejadora; y para llegar a la estación había dos camionetas conocidas como “La Chentía y La Amapola” que tenían carrocería de madera, y su propietario era don Román Pellecer.
Otro dato importante de índole cultural y religioso es lo relacionado a las cofradías. Éstas inicialmente eran organizaciones eminentemente indígenas y las actividades eran realizadas en la casa del presidente de la misma. Hacían una enramada hermosa, realizaban los desafíos a caballo y participaban los moros con sus danzas. Años después formaron el Comité Indígena. Ellos caminaban por todo el pueblo acompañados del sonido del tambor para vender los números de la rifa. Así mostraban a la vaca donada, que iba bellamente adornada para la ocasión. Cada número tenía un valor de diez centavos. Y Jorge Mayén, dueño de los Molinos San Pedro y San Pablo, donaba la molienda para hacer los tamalitos de Santa Lucía y Virgilio Morales era quien quemaba las bombas. Con los años el Comité Indígena compró el terreno y luego realizó la construcción actual.
Otras memorias presentes entre mis tíos son las relacionadas con algunos alcaldes: don Francisco Cayén Ruiz, leía el acta de independencia a media noche del 15 de septiembre; don Jorge Cayén, construyó el actual edificio municipal; y don Lalo Echeverría, regalaba vestidos a las quinceañeras y construyó los drenajes de nuestro pueblo.
Finalmente, una tradición que me parece muy bonita era la realizada el 3 de mayo, llamada “La Placita”, en ésta participaban los comerciantes que intercambiaban sus productos “en miniatura” por medio de la entrega de “chinitas”, que eran pedacitos de platos o tazas de china o cerámica. Así que pequeños y grandes corrían con las chinitas en mano para hacer fila y recibir usualmente comida: francesitos, tamalitos de chipilín, atoles etc., en la versión más pequeña. Al finalizar el día, los comerciantes enterraban todas las “chinitas” para tener prosperidad en su negocio.
En conclusión, soy luciana y crecí en la Gomera querida, amante de mi familia y de mis raíces históricas. De lo positivo y justo, sigo los pasos de mi bisabuelo, uno de los fundadores de las carreras de caballo; de mi abuelita, la matriarca que formó a sus hijos de la manera que le fue posible; de mi tía Delia, a quien siempre le dije “mami”, participante del Comité de la Virgen de Concepción; de mi madre y mi tío, miembros de la cooperativa de consumos y activistas políticos; de Fidel Acencio, uno de los fundadores del movimiento campesino y uno de los organizadores de la Huelga de los Trabajadores de la caña de azúcar y de algodón de la Costa Sur de 1980; de mi primo y su papá, políticos y trabajadores.
Además, he conocido, he compartido y he aprendido mucho de personas como Florentín Gudiel, Rafael González, Nicolás Ramírez, Santiago Guerra, “Santiagón”; Santiago García García, “Santiaguito”, y María de Jesús Aguilar Santos; amigos y compañeros de lucha; y de otras mujeres también luchadoras y organizadas en la Asociación Memoria, Dignificación y Esperanza, AMDE, quienes buscan a sus seres queridos que fueron secuestrados y desaparecidos forzadamente por pensar y actuar por el bien común. Mi amor, respeto y admiración para todas las personas luchadoras.
Por ello me siento orgullosa de haber nacido en Santa Lucía Cotzumalguapa.
Y la cuestión esencial es qué hago, qué he hecho y qué haré para que Santa Lucía Cotzumalguapa esté orgullosa de mí.
(*) Tercer lugar. Certamen literario Santa Lucía Cotzumalguapa