El deporte guatemalteco puede sufrir de graves consecuencias a causa de la resolución de la CC. Foto La Hora/CDAG

Lo que se está viviendo en Guatemala en términos deportivos es un auténtico drama para aquellos atletas cuyas aspiraciones de participar en competencias internacionales está por esfumarse como consecuencia de que, como ha ido ocurriendo con todo aquí, el deporte se convirtió en un gran negocio. Ello provocó una disputa entre quienes quieren y saben cómo sacar raja al jugoso presupuesto que hay por mandato constitucional para apoyar a los deportistas, para ver quién se queda con todo.

Los atletas son ajenos al trinquete y se dedican a entrenar en sus respectivos campos. Como muchos guatemaltecos, saben que la corrupción permeó a la dirigencia pero ellos también han preferido ignorarlo y concentrarse en su esfuerzo personal, sin imaginar que la disputa entre las mafias les terminaría pasando factura. Todos sabemos que hay corrupción pero no percibimos de manera directa el daño hasta que el mismo nos toca y es entonces cuando surgen voces de protesta.

En el caso presente hay apoyo de los atletas para los que dirigen el Comité Olímpico porque su desplazamiento significa no participar en eventos internacionales. Poco importa si ellos incurren o no en las conocidas mafias que se han extendido por toda Guatemala como “parte de nuestra cultura”, como cínicamente dijo Jimmy Morales. Lo que ocurre es que el negocio es tan jugoso que el oficialismo y sus aliados, que no dejan santo parado, decidieron controlarlo y por ello lanzaron su propia planilla y se generó la disputa que se ha enredado tanto que, ¡oh milagro!, llegó a la Corte de Constitucionalidad.

Y como la mafia mayor tiene el control de prácticamente todas las instituciones, incluyendo las que por ley debieran resolver conforme a derecho cualquier tipo de conflicto, desde la CC dieron el manotazo que les permite hacerse con el control del deporte a cambio de sacrificar a todos los atletas con aspiraciones de competir internacionalmente.

Los atletas son simplemente habitantes de Guatemala que están siendo afectados por la corrupción desde hace mucho tiempo y que, como el resto, no se ocuparon nunca del asunto porque, según ellos, no les competía. Además, se pensaba que cualquier denuncia, no digamos protesta, era estéril y comprometía la posibilidad de participar y por ello era mejor dejar el pleito a los dirigentes y concentrarse en sus entrenamientos.

Pues, así como a los atletas, a todos nos llegará el momento de sufrir en carne propia el efecto de la corrupción y, sobre todo, el de la destrucción de la justicia y el Estado de Derecho. Pero, igual, cuando vengamos a reclamar será demasiado tarde.

Redacción La Hora

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