Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Treinta y seis años han pasado desde que pasamos de una dictadura militar a una democracia civil, momento que al decirlo es fácil, pero esta transición constituyó ciertamente un paso trascendental para el país, pero la misma estuvo llena de complejidades, de sombras y de situaciones que jaloneaban la sociedad buscando mantenerla bajo la manu militari o dejarla avanzar hacia la civilidad y aceptando perder el poder –los militares-, reducir los privilegios –las élites y el Cacif- o ceñirse al juego de la democracia ambos, bajo la tutela de los políticos.

Es necesario indicar que los cuadros políticos de los partidos en el poder distaban y distan mucho de lo que hoy se encuentra en el Congreso de la República y en el Ejecutivo. Existían personas con conocimiento de la situación del país, sabían que en la democracia habría que realizar mutuas concesiones, pero que al final todo vendría a ser positivo para el país.

La calidad de muchos diputados empezó a deteriorarse peligrosamente, para llegar al día de hoy con representantes que no sólo son sujetos de una particular ignorancia enciclopédica, sino además representan –con muy pocas excepciones-, grupos aliados o vinculados o cercanos a la corrupción, en primer lugar, pero también peligrosamente relacionados con grupos mafiosos o criminales.

Esto ha desfigurado la democracia por completo. Igual, los ministros y funcionarios de Gobierno ya no son aquellos cuadros técnicos o profesionales de alto nivel y que mostraban no sólo conocimiento de la situación política, económica y social del país, sino además tenían cierto prestigio en su trayectoria personal, y aunque ello no aseguraba que no constituían eslabones de la cadena de corrupción, por lo menos, tenían un perfil que cuidar.

Hoy el deterioro de la democracia va aparejado con la presencia de ministros, jueces, diputados, fiscales y magistrados de la CSJ y de la CC que francamente representan lo peor de lo peor, no sólo en sus capacidades, sus intereses y sus acciones o decisiones, con ello el cuerpo de la democracia muestra mayores flaquezas, lo cual sumado a una justicia enjaulada prácticamente pero además cuando consigue salir, únicamente representa el brazo de la injusticia, la actitud abusiva y la carencia de escrúpulos para no sólo iniciar procesos penales contra las personas, sino además humillar a aquellos a quienes el peso de esta injusticia busca no sólo evitar su presencia porque constituye una afrenta ser un buen funcionario, sino además mover piezas de cara a las elecciones generales.

Todo lo que ha pasado en los últimos meses, así como todo aquello que vendrá de acá hasta los meses previos a las elecciones generales, únicamente será el resultado de desfiguración total de la democracia como forma civilizada de Gobierno. Seguramente ni Hobbes, ni Montesquieu, ni Rousseau, pensaron que sus propuestas tan inteligentes, tan interesantes y tan trascendentes en el tiempo fueran a convertirse en una caricatura como ocurre en nuestro país.

La desfiguración de la democracia no es más que un paso previo a la destrucción de la democracia, tal como ahora nos ocurre y estamos ante la entronización de una dictadura que hará uso de todos los recursos que tenga para seguirla destruyendo y no les importa, el punto acá es que se mantengan los privilegios económicos, que se profundice el control del Estado y sus instituciones, que vengan nuevos grupos oscuros a ejercer el poder, el punto acá es que este país es el feudo de un reducido grupo de personas en las que conviven élites económicas, políticos de baja calaña, grupos criminales y ricos emergentes.

Esta entente llena de bazofia se apresta, con las elecciones siguientes, a profundizar más su mandato, mientras que los partidos opositores se pierden en absurdas rigideces por candidaturas que no llegarán a nada y alejados completamente de lo que la sociedad civil demanda.

Desfigurar la democracia es un paso más para destruirla, si no es que ya la hicieron pedazos.

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