Mientras los veraneantes disfrutan del calor estival en el Mar Mediterráneo, los científicos climáticos advierten de las sombrías consecuencias para la vida marina de un calentamiento impulsado por sucesivas olas de calor.
De Barcelona a Tel Aviv, los científicos reportan subidas excepcionales de temperatura, entre los 3 y los 5 grados Celsius (de 5,4 a 9 grados Fahrenheit) por encima de lo normal para esta época del año. Algunos días, la temperatura de agua ha superado con regularidad los 30 grados Celsius (86 Fahrenheit).
El calor extremo en Europa y otras regiones que rodean el Mediterráneo ha acaparado titulares este verano, pero en su mayoría, el aumento de la temperatura en el mar está fuera del radar.
Las olas de calor marinas provocadas por corrientes oceánicas aumentan las zonas de agua cálida. Los sistemas climáticos y el calor en la atmósfera también pueden aumentar la temperatura del agua. Y como ocurre en tierra, las olas de calor marinas son cada vez más largas, más frecuentes y más intensas debido al cambio climático provocado por el ser humano.
El Mediterráneo se calienta e impulsa el temor por su futuro https://t.co/0fCSefGhoc
— Independent en Español (@IndyEspanol) August 17, 2022
La situación es «muy preocupante», dijo Joaquim Garrabou, investigador en el Instituto de Ciencias del Mar en Barcelona. «Estamos presionando demasiado al sistema. Debemos tomar medidas sobre las cuestiones climáticas lo antes posible».
Garrabau forma parte del equipo que publicó hace poco un reporte sobre olas de calor en el Mediterráneo entre 2015 y 2019. El reporte señalaba que estos fenómenos han provocado una «mortalidad masiva» de especies masivas.
Unas 50 especies, como corales, esponjas y algas se vieron afectadas a lo largo de miles de kilómetros de costas mediterráneas, según el estudio, publicado en la revista Global Change Biology. La situación en la cuenca oriental del Mediterráneo es especialmente sombría.
Las aguas ante Israel, Chipre, Líbano y Siria son «el más caliente de los puntos calientes del Mediterráneo, sin duda», dijo Gil Rilov, biólogo marino del Instituto israelí de Oceanografía e Investigación Limnológica y uno de los coautores del informe. Las temperaturas medias del mar en verano ahora se mantienen de forma consistente sobre los 31 grados Celsius (88 Fahrenheit).
Este mar cada vez más cálido lleva al límite a muchas especies nativas «porque cada verano se supera su temperatura óptima», explicó. Se espera que lo que sus colegas y él presencian ahora en cuanto a pérdida de diversidad ocurra más al oeste del mar, hacia Grecia, Italia y España, en los próximos años.
Garrabou señala que los mares han servido al planeta al absorber el 90% del exceso de calor de la Tierra y el 30% del dióxido de carbono emitido a la atmósfera por la quema de carbón, petróleo y gas. Este efecto de sumidero de emisiones protege al planeta de unos efectos climáticos aún más duros
Esto era posible porque los mares y océanos estaban sanos, señaló Garrabou. «Pero hora hemos llevado al océano a un estado insano y disfuncional», afirmó.
Para frenar el calentamiento global, las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse de forma drástica. Pero los científicos oceánicos piden en concreto que las autoridades garanticen que el 30% del mar esté protegido de actividad humana como la pesca, lo que daría una oportunidad a las especies para recuperarse y prosperar.
En torno al 8% del Mar Mediterráneo está protegido. Garrabou y Rilov dijeron que en su mayoría, los legisladores no son conscientes del calentamiento del Mediterráneo y su impacto. «Nuestra labor como científicos es llamar la atención sobre esto para que puedan pensar en ello», dijo Rilov.
Las olas de calor se producen cuando un clima especialmente caluroso se mantiene durante varios días, sin lluvia o con poco viento. Las olas de calor en tierra provocan olas de calor marinas, y ambas tienden a alimentarse mutuamente en un círculo vicioso de calentamiento.
Las olas de calor se han vuelto habituales en muchos países en torno al Mediterráneo, con consecuencias espectaculares como incendios forestales, sequías, cosechas malogradas y temperaturas tan altas que resultan insoportables.
Pero si no se las combate rápido, las olas de calor marinas también podrían tener consecuencias graves para los países que hacen frontera con el Mediterráneo y los más de 500 millones de personas que viven allí, según los científicos. Los caladeros de pesca se reducirán y el turismo se verá afectado de forma negativa, mientras que las tormentas destructivas podrían volverse más habituales en tierra.
Aunque representa menos del 1% de la superficie oceánica global, el Mediterráneo es una de las principales reserva de biodiversidad marina, con entre el 4% y el 18% de las especies marinas conocidas del mundo.
Algunas de las especies más afectadas son cruciales para mantener el funcionamiento y la diversidad de los hábitats del mar. Las especies como los prados de algas de posidonia oceanica, que puede absorber grandes cantidades de dióxido de carbono y albergan vida marina, o arrecifes de coral, que también sirven de hogar a otras especies, estarían en peligro.
Garrabou señaló que se habían observado impactos de mortalidad en especies entre la superficie y 45 metros (unos 150 pies) de profundidad, donde las olas de calor submarinas fueron excepcionales. Las olas de calor afectaron a más del 90% de la superficie del Mediterráneo.
Según los reportes científicos más recientes, la temperatura en la superficie marina ha subido 0,4 grados C (0,72 grados F) cada década entre 1982 y 2018. Durante la última década ha aumentado unos 0,05 grados C (0,09 grados F) al año sin dar visos de amainar.
Incluso pequeñas fracciones de grado pueden tener efectos desastrosos en la salud oceánica, según los expertos.
Las zonas afectadas también han aumentado desde la década de 1980, y ahora suponen la mayoría del Mediterráneo, según el estudio. «La cuestión no es la supervivencia de la naturaleza, porque la biodiversidad encontrará una forma de sobrevivir en el planeta», dijo Garrabou. «La cuestión es que si seguimos en esta dirección, quizá nuestra sociedad, la humanidad, no tenga un lugar donde vivir».