José Roberto Alejos Cámbara

post author

José Roberto Alejos Cámbara

En caso existiera dudas sobre mi pretensión al escribir sobre el golpe de Estado cometido por militares en 1982, así como dedicar cuatro columnas al Consejo de Estado, hoy quiero recapitular las razones.

Fueron los militares jóvenes, en alianza con algunos políticos de oposición, quienes frenaron los fraudes electorales y decidieron dar el golpe con el acompañamiento de varios militares de alto rango, incluso de militares que ocupaban puestos en el gobierno impidiendo la toma de posesión del general Ángel Aníbal Guevara.

Evidenciar cómo aquellos militares y sus aliados mantienen férrea incidencia en el quehacer del país, y en especial, explicar cómo algunos lograron heredarles a sus descendientes los ideales que muchos sectores clasifican como bienintencionados y trazados en apego al amor por la patria y la defensa de la democracia.

Ejemplificar, quizá duramente, cómo algunos de estos descendientes perdieron esos ideales aun cuando tuvieron la oportunidad histórica de aferrarse a ellos y defenderlos. Sin embargo, en el camino se desviaron y ahora somos muchos los que pagamos por ello y otros, de manera individual y directa, también están afrontando las consecuencias de ese desvío.

Profundizar en el Consejo de Estado, instalado por el general Efraín Ríos Montt, me obligó a retroceder en el tiempo y narrar la historia de algunas de las personalidades que lo integraron en representación de todos los sectores que en conjunto fueron el ente que asesoraría en materia de Derechos Humanos, además, trazaron la ruta que conduciría al país a la democracia que la época exigía.

Algunos de los integrantes de este Consejo aún mantienen influencia en la toma de decisiones que afectan al país y sus habitantes. Otros han mantenido ese influjo por medio de sus herederos, aunque muchos de éstos no piensan precisamente igual a lo que pretendieron sus progenitores.

Cuando se suscitó el relevo de mando, el general Óscar Mejía Víctores disolvió el Consejo; pero mantuvo los lineamientos estructurados para el general Ríos Montt y evidenciando aunque prevalecieran intereses personales o grupales, la intención era sacar al país de donde estaba y llevarlo a una democracia dentro de un sistema republicano por medio de elecciones libres y prácticamente reorganizándolo al provocar una Constituyente que tuvo libertad de trabajo y de la cual me honro de ser parte.

¿Cómo fue posible reunir a tantas personalidades y que prevalecieran las buenas intenciones a pesar de la diversidad de pensamientos? Por qué nosotros no podemos y, cada vez nos dividimos más, a pesar de que son muchas razones para buscar la unidad. El reto de todos debería ser preparar a nuevas generaciones políticas para que participen con conciencia de la situación que se vive en el país.

El reto debe ser retomar el rumbo de aquel entonces, enmendar errores, sean éstos grandes o pequeños, y defender los ideales reflejados en aquella Constitución Política –de la cual volveré a escribir– que ha sido manoseada, desviada a través de la legislación ordinaria y por la diversidad de interpretaciones ideológicas que varían con los gobiernos de turno impidiendo incluir temas cruciales como los Acuerdos de Paz, el Pacto Fiscal y otros que permitirán ponerla a la altura del momento mundial y nacional.

El reto es grande, pero ¿cuántos de nosotros estamos dispuesto a afrontarlo? Yo sí, ¿y usted?

Artículo anteriorEn el día de la juventud
Artículo siguienteNo es solo la inflación importada…