Raúl Molina
La maquinaria de la corrupción, de la cual la alianza oficialista y el Pacto de Corruptos son parte, es el conjunto de los “poderosos”, tanto visibles como oscuros –CACIF, crimen organizado e intereses gringos- y de sus lacayos en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial; en la CC y las fuerzas armadas; así como en el sistema de partidos políticos, corporaciones municipales y entidades autónomas. Se prepara para las elecciones de 2023, a fin de colocar a presidente y vicepresidente, obtener una “mayoría calificada” de representantes en el Congreso y dominar la mayoría de municipalidades. Así, pretende garantizarse un Poder Judicial tan capturado como el actual, para reproducir las mismas condiciones dictatoriales por otros cuatro años y más. Tiene un plan B, lógicamente; de no “ganar” las elecciones, pese al control que tiene del sistema electoral, con aval del TSE, pasarían al robo de las elecciones, como ya demostraron en el asalto a la Usac. Me pregunto: ¿se puede derrotar electoralmente a la dictadura de la maquinaria de la corrupción?
Es muy difícil, pero es posible. Para ello, debe desgastarse el mecanismo político vigente y alimentar el “voto castigo” de la población, que ha sufrido el peor presidente del siglo XXI y un Congreso más corrupto y retrógrado que el de Jimmy Morales. Parte del desgaste será interno, por diversos motivos, como ya se ve con las candidaturas alternativas de derecha que se atreven a cuestionar al “oficialismo”. Aunque en la práctica serían “más de lo mismo”, no se conforman con migajas en la repartición de beneficios políticos y económicos, pese a estar prostituidos por la corrupción. El principal desgaste, sin embargo, debe provenir de los sectores honestos, con una resistencia firme y constante a las manipulaciones del régimen, como se hace ya en la Usac y ahora en defensa de José Rubén Zamora y elPeriódico. Esta resistencia debe intensificarse día a día y empezar ya la campaña informativa de por quiénes no se debe votar.
Más importante que el desgaste, sin embargo, es la creación de una opción confiable, capaz y honesta. Eso requerirá de unidad y de una estrategia para convencer al Pueblo de su necesidad y su viabilidad de victoria y de gobierno. Sabemos de esfuerzos de varios partidos políticos y del movimiento social y popular, así como de pueblos indígenas y organizaciones de mujeres, por construir un gran frente político que pueda participar electoralmente. Aunque racionalmente se entiende que esta fórmula de unidad sería la mejor, no debe frustrarnos si se produce más de una candidatura presidencial honesta o si se proponen diputados y corporaciones municipales que compitan entre sí. La primera obligación de estas fuerzas es desarrollarse al máximo, sin caer en la descalificación mutua. La segunda es empezar ya la unidad post elecciones. Actualmente, los partidos políticos casi no tienen actuación fuera del período electoral; no cuentan en la definición de la política nacional. El frente político que puede surgir y arrasar en las elecciones de 2023 es para quedarse permanentemente, sea en el nuevo gobierno o en la oposición.