Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

post author

Por Jorge Santos

A lo largo de la historia de la humanidad y más aún con el aparecimiento de la familia, el Estado y la propiedad privada y con estos el sistema patriarcal, ha sido frecuentemente utilizada la sexualidad para justificar o blindar a quien ejerce el poder, que en realidad tienen que ver más con el enriquecimiento ilícito, el afianzamiento de alianzas para fortalecer o ampliar imperios o para procurar impunidad. Da lo mismo si esta condición se le atribuye a Cleopatra, a la Mata Hari, Evelyn Morataya, Sandra Torres, Roxana Baldetti o Miguel Martínez.

Esto viene a cuenta de los hechos que están aconteciendo en el país durante los últimos años y con particular profundidad desde la asunción de Alejandro Giammattei al poder político. Corrupción rampante, inoperancia de las instituciones ante la pandemia del COVID 19, desatención a la población afectada por las tormentas tropicales ETA e IOTA, gastos superfluos de diputados en el Congreso de la República, desmantelamiento institucional o la captura absoluta del andamiaje que da vida al débil y pobre Estado guatemalteco, represión a manifestaciones pacíficas, detención ilegal y arbitraria de personas defensoras de derechos humanos, operadores y operadoras de justicia, entre una marea de actos que da vida a este desgobierno que paso a paso se consolida hacia el autoritarismo y la dictadura. Mucho del análisis de la causa de estos males, se le atribuyen erróneamente al enamoramiento enfermizo del gobernante hacia quien actualmente es su pareja, obviando así a los actores centrales de esta trama represiva, violenta, empobrecedora y que durante siglos ha mantenido al país en las circunstancias ya conocidas.

La captura del presidente y fundador del medio impreso elPeriódico, José Rubén Zamora, es tan sólo un síntoma más, uno muy grave por cierto, de una estrategia finamente delineada por la oligarquía, particularmente por aquellas familias, que históricamente se han beneficiado parasitariamente de la protección del Estado, la operación represiva y autoritaria queda a cargo de la servidumbre de esta rancia élite económica, ya sea en el Congreso de la República, en la presidencia, en las cortes o en la fiscalía general. Al final de cuentas, el incapaz Fiscal Curruchiche, sólo sigue al pie de la letra un guion escrito y dirigido fuera de los ámbitos de la investigación y persecución penal. Una vez cumplido su mediocre papel, será dejado a su suerte, al igual que muchos otros.

La sociedad guatemalteca está obligada a identificar la causa de lo que hoy ocurre contra José Rubén Zamora, las y los periodistas, contra las fiscales de la FECI, contra los 24 operadores de justicia en el exilio, contra las y los defensores del territorio, contra los Pueblos Indígenas y contra todo aquel que se oponga al régimen actual. Así como lo hicimos en el 2015, podemos sacar y hacer renunciar al Presidente y a sus ministros, pero en tanto quede incólume la oligarquía estaremos repitiendo una y otra vez la misma historia.

Artículo anterior¿Puede ser derrotada electoralmente la maquinaria de la corrupción?
Artículo siguiente¡1,000 Revoluciones!