El agente Tony Ramaeker da un promedio de 14.000 pasos diarios recorriendo la escuela secundaria de Nebraska a la que fue asignado por el sheriff. Recibe a los estudiantes a la mañana, se pasea por los pasillos, habla con los jóvenes y está pendiente de los que comen solos en la cafetería.
Ex marine, pastor de jóvenes durante años, Ramaeker tiene su oficina en un suburbio de Omaha llena de golosinas porque comer calma un poco a los chicos en medio de una crisis.
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Siempre se pregunta qué haría si un individuo armado ataca la escuela, como sucedió en mayo en Uvalde (Texas), cuando un joven mató a 19 niños y dos maestros en un aula de cuarto grado. El temor de que el próximo episodio de ese tipo suceda en su escuela atormenta a los «school resourse officers», como se denomina a los agentes que velan por la seguridad en las escuelas de todo el país, y dificulta más todavía un trabajo ya de por sí complejo. Se espera que estén listos para dar pelea y generar confianza en los padres y los estudiantes.
Ramaeker, quien practica artes marciales, dijo que está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para proteger a los estudiantes y al personal escolar. Siempre lleva consigo un revólver en la cintura y tiene un rifle en su oficina. Afirma que los agentes deben estar mentalmente preparados para un tiroteo y para tomar decisiones rápidas.
«Si alguien trata de lastimar a mi familia, ya sea mi familia de sangre o mi familia de la escuela, no puedo dudar», manifestó. El peligro de un tiroteo en las escuelas estuvo en boca de todos en una reciente conferencia de la asociación nacional de guardias de escuelas (National Association of School Resource Officers) en Colorado, donde cientos de agentes recibieron entrenamiento.
Abundaban los stands con ideas acerca de cómo contener a alguien que empieza a los tiros en una escuela, incluidos candados, artefactos que hacen pensar que alguien está disparando y un rifle plegable que supuestamente un agente lleva a la escuela en su mochila en Alabama.
Guardias de escuelas en EEUU: Mucho más que agentes armados
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«Las madres y los padres no quieren ver esta arma en su escuela, pero tienen que estar allí», expresó Dan Pose, CEO de Gulf Coast Tactical, una empresa que vende esos rifles.
Los agentes escucharon explicaciones acerca de lo que funcionó y lo que no funcionó en los ataques a distintas escuelas. En uno en Parkland (Florida), un agente no emitió una alerta de inmediato cuando vio que un individuo armado ingresaba a la escuela. El agente fue acusado de esconderse y enfrenta un juicio por negligencia.
Se habló asimismo de un incidente en una escuela primaria de Colorado, en el 2019, en el que un guardia privado hirió accidentalmente a dos estudiantes. Un sheriff de Colorado destacó otra falla en ese incidente: Los agentes traumatizaron innecesariamente a los niños durante la evacuación al hacerlos salir encolumnados, con las manos en la cabeza, a pesar de que se sabía que el individuo armado era un adolescente o un adulto.
«Es algo que los va a atormentar toda la vida», dijo el sheriff del Douglas County Tony Spurlock. El agente Roy Mitchell Jr. dijo que no quiere que todo su trabajo gire en torno a la preparación para un posible ataque, pero que siempre está pendiente de la presencia de desconocidos en la escuela secundaria de Baltimore donde trabaja. También analiza adónde llevaría a los estudiantes si hay un ataque.
«Me gusta tener siempre a mano un plan de acción», manifestó. Los agentes que trabajan en las escuelas, no obstante, han sido criticados por el trato que dan a los estudiantes de minorías. Sobre todo los afroamericanos son arrestados o castigados en forma desproporcionada cuando una escuela instala guardias armados, según los detractores de esa política. Los alumnos de minorías dicen que no se sienten tan seguros como los blancos.
Los agentes afirman que están conscientes de las críticas y que tratan de forjar relaciones con los estudiantes por razones que van más allá del mero aspecto disciplinario. Dicen que deben recibir clases para lidiar con niños y adolescentes. Ya pasaron los días en que bastaba contratar un agente a punto de jubilarse y estacionar un patrullero frente a la escuela. Ahora los agentes deben ser consejeros y maestros, mostrarse solidarios y diplomáticos con los alumnos y el personal de las escuelas, y al mismo tiempo estar listos para usar las armas de ser necesario.
Mitchell, Ramaeker y otros agentes que asistieron a la conferencia de Denver dijeron que es vital establecer relaciones y llegar a conocer a los alumnos, saber qué pasa con sus vidas.
Algunos ayudan en la cafetería si un empleado se enferma. Otros se instalan en las aulas, en la última fila, para ver cómo van las cosas y conocer mejor a los alumnos. Se los alienta a dictar clases sobre temas como los derechos civiles de los ciudadanos y los procesos legales. Están pendientes del auto que maneja cada alumno, de quién sale con quién y de quiénes pueden irse a comer solos al baño porque no tienen amigos.
La idea es que estos aspectos del trabajo podrían ayudarlos a darse cuenta de qué tipo de problemas pueden surgir en una escuela. Hay quienes dicen que no debe haber policías en las escuelas. Algunos distritos prescindieron de sus servicios durante las manifestaciones de protesta por las injusticias raciales tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en el 2020.
La detective Beth Sanborn dice que está más pendiente de problemas emocionales de los alumnos, peleas y crisis por la ruptura de una relación, que de la posibilidad de un ataque, pero coincide en la importancia de establecer relaciones con los alumnos.
«Siempre existirá esa posibilidad (de un ataque), pero creemos que un sentido de comunidad puede evitar cualquier forma de violencia», declaró.