Hoy puedo pensar que todo lo que he vivido ha sido duro, todas las experiencias negativas se han convertido en algo positivo.

Tengo 53 años. Me diagnosticaron trastorno bipolar cuando tenía 18 años. Me diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) por primera vez hace un par de años.

Vivo una vida normal, si hay alguien que pueda decir lo que es «normal» o «anormal». Todos somos iguales y diferentes. Mi esposo y yo vivimos juntos desde hace 26 años. Vivimos en Jalapa en una casa en las afueras, en el campo. Tenemos dos hijos ya adultos y se han mudado de casa. Soy auxiliar de enfermería y he trabajado como tal durante la mayor parte de mi vida profesional y hoy trabajo en un puesto de salud cercano a la cabecera, En lo que hago… ¡Me siento fantástica! Ahora trabajo “ad honorem” solo por las mañanas y el resto del tiempo no lo va a creer: crío gallos. Se más de gallos que de mi enfermedad y ellos me pagan mis medicinas. Tengo mis clientes en esto también.

Dice mi psicóloga que muy a menudo hay personas creativas y comprometidas que tienen trastorno bipolar o TDAH. Talentosos, creativos y comprometidos con lo que hacen. La lista es larga y tiene varios famosos: científicos, compositores, artistas y más, que han vivido o viven con trastorno bipolar. Aunque a veces me siento demasiado ambiciosa y trabajo con demasiada energía, hay sus momentos difíciles y es fácil quemarse, opacarse y enfermarse, si no tienen al lado alguien que te entienda y apapache.

 

He tenido cinco recaídas fuertes que me han obligado a hospitalizarme. Han sido provocadas por eventos que me han tocado fuertemente emocionalmente, o por el hecho de que me he sentido muy estresada y exigiendo demasiado de mí misma. A lo largo de los años, he aprendido a saber mejor dónde van mis límites. Es importante encontrar un equilibrio en la actividad y el descanso. No sea demasiado «arrecha» y no diga que sí a todo y defienda solo lo razonable y que más le guste -me decía un doctor. No se ponga ambiciones demasiado altas. Aténgase a vivir una vida sana con dieta, ejercicio y sobre todo dormir, para no cansarse demasiado. Me las he arreglado para no tener recaída tomando pastillas. El sueño en mi vida es A y no O.

Lo que ha sido importante para mi recuperación, es probablemente que me he atrevido a ser abierta y decir me siento mal a todos. Cuando tengo efectos secundarios, consulto con el psiquiatra y con mi psicóloga, no hablo detrás de uno con el otro, como al principio. Luego pude cambiar y probar con otro medicamento a lo largo del tiempo. También he trabajado con mi desarrollo personal y hoy me siento segura de tener mejor autoestima, seguridad en mí misma y confianza.

Los métodos de manejo del estrés también me han sido útiles. También he estado tomando medicamentos desde que tenía 18 años. Hoy en día cada vez son mejores, pero más caros y algunos no me los da el IGSS y tengo que comprarlos por fuera. La ventaja es que hay variedad, porque con esta enfermedad sucede algo raro: el pastillero que se toma no es todo igual para todos y hay variedad de medicina y cada cierto tiempo los remedios se encaprichan y ya no funcionan y hay que cambiar.

 

He tenido períodos difíciles. Por ejemplo, cuando no he podido detener mis pensamientos en un momento, la cosa se complica. Cuando no puedo dejar de pensar en algo, tampoco puedo conciliar el sueño y más se complica. Mi marido siempre me dice: échame tus problemas que en mi canasto caben ¡y ya! Él conoce por mi carácter cuando los tengo. Otra cosa son las emociones, las terribles emociones que te hacen oscilar en diferentes direcciones y te dan profundas depresiones, esas emociones en que uno pierde el deseo y no encuentra sentido en la vida. No he sido hospitalizada desde hace ocho años. Me siento confiada en tener las herramientas adecuadas para prevenir y detener una posible recaída. No he estado maníaca o deprimida durante muchos años. Me siento bien, incluso si la vida naturalmente tiene altibajos para mí, como para todos los demás. He aprendido a lo largo de los años, que la vida afectiva sube y baja, y para nosotros con esta enfermedad, a veces quizás un poco más que para otros, Puedo descansar en el sentimiento cuando es así, si empiezo a sentirme deprimida, y simplemente dejar que ese sentimiento sea, sin entrar en él. Eso lo aprendí con los alcohólicos.

Hace muchos años, a menudo me preocupaba. Estaba nerviosa por diferentes situaciones: Miedo de que les pasara algo a los que me gustaban y a todo de lo que me rodea. Ahora rara vez me siento ansiosa. Se siente bien que he aprendido a manejarlo, aunque cada uno tiene sus alegrías y sus tristezas, así es la vida. He aprendido mucho sobre mí y la enfermedad y ha significado mucho conocer a otros e intercambiar experiencias. Creo que los que padecemos esta enfermedad, nos conocemos mejor que los que presumen de normales, pues es muy importante aprender a ver y reconocer los primeros signos de que algo viene, diversos detalles que indican que puede estar en curso una recaída. Suele ser que duermes peor, que estás más habladora que de costumbre, un poco o muy acalorada, que miras de otra forma y oyes también tantas cosas, pero uno también aprende a descifrar a otro. Le decía a mi psicóloga que nosotros somos los mejores psicólogos del mundo.

Nota:

Estimado Lector: En aras de proteger la integridad de la paciente, a sus médicos y personal tratante, se omiten nombres verdaderos en el presente artículo.

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