Jóvenes por la Transparencia

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Raúl del Valle
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La Segunda Guerra Mundial fue un episodio oscuro en la historia de la humanidad y, aún siendo la más opaca, de las penumbras surgieron liderazgos que fueron determinantes para detener a las potencias del “Eje del mal” de apoderarse del mundo. Uno de los más importantes para el grupo de los Aliados fue el general George S. Patton, quien comandó al ejército de Estados Unidos en batallas fundamentales para el triunfo de los Aliados, como lo fue la Batalla de Normandía en 1944.

George S. Patton, apodado como el “General Sangre y Agallas”, motivó a sus tropas con una frase muy interesante: “El éxito se mide por lo alto que rebotas cuando tocas fondo”.

No obstante, ubicándonos en el contexto actual de Guatemala, podemos notar que algo parece no cuadrar al tratar de aplicar dicha frase a nuestra realidad. Y la mayor duda créame estimada lectora y estimado lector la comparto con ustedes: cómo podemos rebotar para salir del hoyo en el que estamos sumidos, si aún parece que no hemos tocado fondo.

Guatemala ha crecido, ha avanzado, y se ha desarrollado, pero parece que los problemas que atentan contra ella van a un ritmo más acelerado. La innovación y vanguardia que el país tiene retrocede constantemente ante la anulación de sus capacidades por medio de acciones que ciertos actores de la administración del país adoptan en beneficio propio y de sus cómplices.

Es muy difícil creer que en un evento como la Segunda Guerra Mundial sí hubiera alternativas para terminar con la masacre, y en Guatemala conforme pasa el tiempo sea imposible, o al menos así se siente.

¿Dónde están los liderazgos que nos pueden guiar para salir realmente de este hoyo? La respuesta a esta interrogante no la tengo yo, la tenemos todos quienes compartimos este país, sin distinción de edad, origen, género, o creencia. No creemos más en los caudillos que camino a las próximas elecciones se llenan la boca de palabras que inmediatamente se las lleva el viento, con promesas de no ser uno más del montón, de jurar sobre las vidas de sus madres u ofrecer hasta lo que no existe.

Tristemente, Guatemala parece vivir una constante decepción porque los potenciales liderazgos para salir de este hoyo están en el exilio, son mártires, perseguidos o simplemente fueron anulados. En el artículo pasado de Jóvenes por la Transparencia, David nos planteaba una interrogante que hoy quiero recordar, ¿Vale la pena Guatemala? Una pregunta que luego de varios días de introspección puedo contestar.

Perdón si sueno pesimista, si les mato el entusiasmo, pero esta Guatemala no vale la pena. No hay peor enfermo que el que no quiere ser curado. Guatemala en su estado actual no vale la pena, nuestras familias, trabajos, salud física y mental, nuestros amigos y nuestros sueños valen mucho más que los pedazos de país que hoy sostenemos. No siento que hayamos tocado fondo y ni siquiera puedo imaginar la tragedia que va a ser cuando realmente lo hagamos.

A este punto y luego de leer el título imagino que se preguntan dónde está la referencia al hoyo del kilómetro 15 de Villa Nueva, o el deslave de la carretera Interamericana, o del Periférico, incluso algún recordatorio al hoyo del Barrio San Antonio de la zona 6 en 2010. Tienen todo el derecho de exigir que se mencionen, se hagan visibles y ojalá algún día sean solucionados.

Pero se complica enfocarse en un solo desastre cuando tantos nos aquejan. Cuando quitarle presupuesto al Ministerio de Salud para dárselo al Ministerio de Comunicaciones para que arregle carreteras e infraestructura del país, más que un alivio en esta época de lluvia, es un insulto a la dignidad del guatemalteco. Más aún, cuando tenemos un sistema de salud en malas condiciones que enfrenta un repunte de casos de Covid-19 de más del 250% en las últimas dos semanas, con una cobertura de vacunación baja y centralizada de acuerdo a las propias estadísticas del gobierno.

Planes mediocres, incompetentes, paliativos y sin un fundamento técnico/científico, como lo demostró la alcaldía de Villa Nueva, lo lleva demostrando la administración de este gobierno y nos lo ha demostrado la historia constantemente.

Guatemala no es una bandera, un territorio, sus pseudo gobernantes, sus oligarcas ni sus monumentos. Guatemala es su gente que todos los días se levanta por un sueño, su gente que trabaja de sol a sol, su gente solidaria, su gente que sigue creyendo en un futuro mejor. Sin romantizar los altos índices de pobreza extrema y la enorme brecha de desigualdad; Guatemala es todas y todos aquellos que aún a pesar de las adversidades están dispuestos a luchar, porque si ellos ganan, ganamos todos.

No esperemos a que los pocos pedazos de país que aún sostenemos terminen de colapsar, no lleguemos al fondo del abismo.

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