Sergio Penagos
El viernes 17 de este mes don Óscar Clemente publicó un muy actualizado artículo: ¿Con los calzones en la mano?; entre otras verdades apunta:
«Pareciera como si los ingenieros y técnicos del Ministerio de Comunicaciones fueron agarrados con los calzones en la mano con el tema del hundimiento en Villa Nueva y se muestran sorprendidos por el hecho de que exista una falla geológica en el lugar, lo que reputan como causa del descalabro, situación realmente inaudita porque siendo profesionales de la ingeniería tendrían que saber, como punto de partida, que el nuestro es un territorio plagado de fallas y, por supuesto, cualquier proyecto que se diseñe tiene que tomar en cuenta ese factor para implementar las acciones de refuerzo que hagan falta.
El Libramiento de Chimaltenango es una clarísima muestra de que ni los ingenieros del sector público ni los del sector privado se preocupan en absoluto por realizar estudios serios para determinar las características del suelo en el que se va a desarrollar un proyecto».
Totalmente de acuerdo don Óscar. Ahora es oportuno preguntar: ¿Esto es producto de una deficiente formación académica? Si es así, ¿A qué se debe esa mediocre, pusilánime y escuálida formación de los profesionales de la Ingeniería Civil? Por supuesto que los abogados y otros profesionales no se quedan atrás.
La madre de todas las carreras profesionales, a nivel universitario de nuestro país, es la Universidad de San Carlos, de ella se han desprendido remedos de universidad, con honrosas excepciones, que funcionan a la sombra de don dinero. En ellas todo se compra, siendo los títulos los más valorados. Estas universidades carecen de laboratorios, áreas de experimentación, docentes preparados y, lo que es peor, total ausencia de valores morales y de ética profesional.
La previsión, la adecuada planificación y la responsabilidad ciudadana y profesional, no están en la deformación profesional que, empezando por la actual USAC, se ha propagado como un cáncer en todo el quehacer de la educación universitaria.
En el caso específico de la Ingeniería Civil, sus profesionales responsables de las obras de vialidad, vivienda y de otro tipo de construcción, deberían saber que los meses de junio y septiembre son los más lluviosos del año, en la zona central y sur del país, para ajustar sus planes y programas de acuerdo al desarrollo de la temporada lluviosa; especialmente para anticipar, en lo posible, las consecuencias que pudieran derivarse de las lluvias y sus efectos colaterales: inundaciones, deslizamientos, correntadas y otros fenómenos llamados naturales. La naturaleza no tiene nada que ver con las consecuencias de la estupidez humana. Si se realiza una obra en un lugar de alto riesgo de deslave, es natural que la lluvia lo destruya. No se trata de señalar culpables, pero sí de individualizar responsables. En primer lugar, está la inicua LEPP (ley electoral y de partidos políticos) al permitir que cualquier imbécil sea presidente de la república; de allí deriva todo el andamiaje ministerial, bajo las órdenes de un servil e ilegal Centro de Gobierno a cargo de verdaderos idiotas, corruptos y ladrones, que se dedican a robar y destruir lo poco bueno que han dejado algunos de los gobiernos anteriores. Este gobierno implementó como una política pública la contratación de falsos profesionales, mediocres poseedores de títulos comprados, donados o falsificados, profesionales de la playa; es decir, la basura que dejan las olas.
En el caso de los ingenieros civiles es oportuno preguntar: ¿Cuál es la razón de ser del ingeniero civil? ¿Qué es lo que lo desvela, aunque no esté consciente de ello? Lo que debe preocupar al ingeniero civil es la permanente lucha contra la gravedad. Parecerá extraño, pero es la verdad. Lo que un honesto profesional de la ingeniería civil trata de evitar es que todo lo que diseña y construye se caiga. Eso es todo. Aparentemente es simple, pero requiere gran dedicación y esfuerzo para alcanzar una formación técnica y profesional adecuada, sin olvidar la imprescindible formación en valores, ética y responsabilidad.
Hace pocos días se formó un agujero en la ruta al Pacífico, lo que trastornó todo el tráfico vehicular en esa importante ruta, alterando el ya caótico sistema vial de esa zona de la capital y los municipios circunvecinos. La versión oficial no puede ser más elocuente: en la carretera al Pacífico se hundió el asfalto; de manera que no es responsabilidad de los ingenieros. Este es un punto de vista muy adecuado para aclarar algunos conceptos: ¿Quién decide si algo se cae o se hunde? ¿En dónde radica la diferencia? En el nivel de referencia. Y ese nivel ¿Quién lo establece? El ingeniero que construye la obra. Si el nivel de referencia es la superficie del asfalto, en Villanueva éste se hundió. Pero si el nivel se establece en el colector dañado, el asfalto se cayó ¿Está clara la diferencia?
Continuaremos la semana próxima.