El invierno apenas está empezando y ya se siente el efecto de las primeras lluvias sobre nuestra maltrecha infraestructura vial que es producto, en casi el cien por ciento de los casos, de negocios turbios que realizan las autoridades con los contratistas apalabrados para repartirse buenas tajadas, dejando apenas lo ínfimo y absolutamente necesario para que se vea la “obra” que, en realidad, no es más que el pretexto para concretar la cochina tradición del saqueo del erario público.
Esta mañana una de las vías más transitadas de todo el país y que es columna vertebral de las comunicaciones, tanto de personas como de mercancías, colapsó por un hundimiento producto de la lluvia de anoche que es, tristemente, preludio de lo que se nos viene en esta semana que será de copiosos aguaceros y no digamos para el resto de la temporada de invierno.
Obras sin supervisión permiten a los contratistas hacer auténticos mamarrachos que son aceptados porque los encargados de adjudicar los contratos y de recibir lo construido están sabidos que lo más importante de toda la negociación no es la calidad del proyecto ni la posibilidad que tenga una larga vida útil. Lo importante es la jugosa mordida, esa que luego llena enormes maletas que los ministros tienen que esconder en inmuebles arrendados tan sólo para que sean bodega del dinero mal habido, seguros de que ni siquiera en el remoto caso de que sean descubiertas, como pasó con las de Benito en los buenos tiempos de la FECI, los tribunales les van a sancionar porque todos están apalabrados.
Es imposible predecir cuántos puentes van a caer en el inverno y cuántas carreteras van a colapsar, pero lo que se puede asegurar sin ningún margen de equivocación es que las lluvias serán un desastre para nuestra infraestructura porque ya es conocida la forma en que se construye y lo que quienes organizan las licitaciones persiguen. Nadie está pensando en la infraestructura nacional y menos en que la misma mejore y sea duradera. El quid de todo contrato está en cuánto gana el funcionario y mientras mayor sea la tajada más tolerante para que el contratista haga un mamarracho de manera que a él también le quede una exorbitante ganancia.
Millares de automovilistas que utilizan la ruta se verán afectados por algún tiempo y el tránsito copioso que entra y sale de la ciudad capital hacia el sur del país será caótico durante todo lo que tome la reparación de la ruta y con los costos del combustible el impacto será devastador.