Fernando Mollinedo C.
En todas las instituciones del sector salud se vive un auténtico drama para atender a los pacientes que hacen uso de ese servicio; da lo mismo que sea el IGSS o cualquiera de los hospitales nacionales, dispensarios o centros de salud a lo largo y ancho del país los cuales son sostenidos con el dinero del pueblo, es decir captados en forma de impuestos.
La atención es de baja calidad debido a que el personal médico, de enfermería y administrativos tratan de explicar el drama de lo inexplicable: no hay recursos, no hay presupuesto, no hay gasas, no hay medicamentos, no hay nada, los familiares de los pacientes se ven obligados a comprar por su cuenta algunos de los insumos para la curación de sus pacientes. Para ponerle la guinda al pastel, la conducta abusiva, prepotente y malcriada de algunos empleados administrativos, personal técnico y funcionarios al creer que sus servicios son el “non plus ultra” pues se consideran pequeños dioses a quienes hay que rendirles culto.
Entre las muchas carencias que vive nuestro país desde hace muchísimos años, debido a la corrupción de sus funcionarios y en especial desde la llegada del actual gobierno, la más vil y miserable, es sin duda alguna en términos generales: la falta de medicamentos en el sistema de salud. Nuestro derecho a la salud, sin excepción, contemplado en el artículo 93 de la Constitución Política de la República de Guatemala, implica tener acceso a los servicios que permitan el mantenimiento o la restitución del bienestar físico, mental y social, puede considerarse como una verdadera quimera.
Al hablar de salud, por consiguiente, es referirse a la vida de miles de seres humanos de todas las edades y condiciones sociales que tienen derecho a la protección del sector salud, donde históricamente y generación tras generación han recibido atención médica digna y muchas veces eficiente, así como también deficiente y de mala calidad, pero nunca como lo que hoy se vive en el sistema de salud pública con estándares muy por debajo de los países desarrollados.
Llevamos más de dos años y medio de gobierno escuchando falsas promesas de boca del propio mandatario nacional, así como de las máximas autoridades del país en materia de salud, quienes prometieron la construcción de 14 hospitales, mejoramiento en la atención de los servicios de salud y también en la compra de medicamentos en general; y simplemente: no cumplen con los aspectos básico y humano de abastecimiento y suministro de medicinas.
¿Cómo comprender el comportamiento del presidente y sus diferentes funcionarios del Ministerio de Salud en este grave problema donde simplemente pasan los días, semanas, meses, y años y no hay solución? Un día sí y otro también, anuncian soluciones y escuchamos mentiras, historias de supuestas compras, que ya se realizaron y que “mañana o pasado llegarán” a los almacenes de los hospitales y… no hay nada.
Vemos que los políticos se burlan del dolor ajeno de cientos de familias que tienen un enfermo que requiere de inmediatez y en algunos casos, de urgencia que no puede esperar la negligente y estúpida burocracia arrogante de los funcionarios gubernamentales quienes siguen comprando medicamentos sobrevalorados a empresas de la industria farmacéutica señaladas de actos corruptos lesivos al Estado.