Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Edmundo Enrique Vásquez Paz

En Guatemala, algunos nos preguntamos por qué es que los partidos políticos actúan de la manera en que lo hacen y, también, por qué es que no producen contribuciones a la construcción de un mejor país.

A los que nos interesa el tema de la política y el desarrollo nacional, nos importa conocer sobre el concepto de democracia, como sistema, y su funcionamiento (por lo menos a nivel de lo teórico y de lo ideal). En ese ámbito, un capítulo importante lo constituye el del papel de los partidos políticos.

Con el afán de contribuir a la visión crítica del funcionamiento de los partidos políticos en nuestro país, elaboré en el 2015 unos párrafos, que incluí en la publicación Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo. Esos párrafos estaban orientados a despertar alguna discusión entre lectores interesados en la temática y, por esa razón aparecen numerados: para facilitar la ubicación de las ideas que llamen su atención y poder conversar críticamente sobre ellas con otros interesados.

“44. Una idea relevante […], se refiere a la cuestión de qué son en realidad esas entidades denominadas “partidos políticos” así como existen en nuestro país y si, así como están diseñados, así como funcionan y así como en la actualidad entran a escena para competir por el acceso al poder público, son el vehículo apropiado para que Guatemala encuentre un mejor derrotero.

“45. Adicionalmente, y de manera especial, debe plantearse la pregunta de si es verdaderamente cierto que la “culpa” de la situación [político- institucional] en la que nos encontramos radica en el contenido de la Ley Electoral y de Partidos Políticos vigente. ¿Será que esta ley [-que define la figura de los partidos políticos para el caso concreto de Guatemala, les asigna obligaciones, les prescribe funciones y les otorga atribuciones-] “obliga” a que todos los partidos [se comporten y actúen, así como lo hacen y como tanto nos disgusta]?”

“80. La situación de los grupos de interés existentes y beligerantes en los diferentes momentos históricos en que en nuestro país se ha planteado la competencia o la lucha por el acceso al poder público, se puede visualizar, en un primer momento, como un conjunto de esferas –de diferente tamaño y color- cada una con su correspondiente líder, jefe o “pequeño rey” (ver Lámina 1). Esta visión, por supuesto, es de carácter general y simbólico, pero, a la vez es lo suficientemente abstracta como para mantener su vigencia tanto en momentos de la existencia formal de partidos políticos o no, como en tiempos de Paz o tiempos de Guerra: los grupos compitiendo por el poder se pueden ver siempre como “pequeñas esferas” moviéndose presurosas –y, generalmente, con ánimo violento- en el escenario público.

“81. Vistos desde la distancia, estas “esferas” aparentan ser cuerpos sólidos, seguramente con gran peso específico. Pero, al apreciarlos de cerca, se evidencian como cascarones vacíos, sin sustancia, diseñados para ser efímeros y desechables, sin que nadie les conceda el suficiente afecto para “criarlos”, madurarlos y acompañarlos a una vida adulta consistente y proba. Por esta razón, más bien pueden denominarse “globitos”, manufacturados para ser lanzados y llamar la atención, en búsqueda de una oportunidad -ganar votos-, pero no para durar en el tiempo y esculpir una personalidad propia, un carácter firme y seguro y hermanarse con la población.

“82. Estos “globitos” tienen bien marcadas características que les son comunes. Por ejemplo, en lo que respecta a quién los dirige: o son personas que se autoconsideran competentes y capaces de llegar a gobernar el país y tienen los recursos suficientes para organizar un aparato para lograrlo (esto es, construir o adquirir un “globito”); o son los escogidos (sin necesariamente pertenecer a ellos), por parte de grupos de interés y de poder concretos (ya sea de índole económico, ideológico, religioso, etc.), por considerarlos los más idóneos para actuar como adalides de sus agendas ocultas, ganar la contienda que se avecina y, luego, gobernar en exclusivo beneficio de ellos; por ser sus auspiciadores.”

“84. Históricamente, estos globitos han demostrado nula o muy escasa visión a futuro para lo que concierne a los intereses de país. Generalmente, su inspiración ha sido de tipo coyuntural: por las características propias de un momento en particular y la oportunidad que la circunstancia o coyuntura ofrece para llegar a acceder al poder y prevalecer sobre los otros, o por la necesidad de proteger determinados intereses en una especial emergencia o encrucijada.

“85. Este esquema explica el porqué, por regla general, al momento de esclarecerse el triunfador y empezar éste a ejercer el poder público, uno de sus mayores intereses consiste en aprovechar esa situación de poder –sin considerar que es efímera o pasajera- para “desarticular” a sus antiguos contendientes, incluyendo a su inmediato antecesor -pensando en su potencial de volver a ser adversario de consideración en el futuro-, destruyendo su obra y hasta persiguiendo a sus funcionarios. Una prueba de la razón de lo dicho se encuentra en el fenómeno que se observa, consistente en que la persecución que se realiza gira más alrededor del objetivo de descalificar a un adversario o a la organización a la que pertenece que a buscar sanción o pena justa por delitos o faltas realmente cometidas”.

En momentos como el actual, en el cual se empezarán a “elevar globitos”, a la ciudadanía le convendría enterarse sobre el grado de seriedad y de consistencia de cada uno de ellos. Algunos intentan tomar vuelo por iniciativa y malabares propios (los de grupos o clubes de amigos que creen en sí mismos y en sus propios intereses), otros, impulsados por vientos de diferente índole y olor (cuando se trata de entidades que son vistas como “instrumentos” por parte de actores o grupos de poder fáctico que buscan intervenir en la administración pública pero manteniéndose guardados en la oscuridad). Solamente pocos, seguramente, cumplirían con el requisito mínimo de representar contingentes amplios de ciudadanos verdaderamente conocedores de sus necesidades y las de la nación. Grupos que no necesitan enarbolar banderas con nombres de ideologías que, en un país como el nuestro, pocos comprenden.

A la ciudadanía le gustaría poder auscultar a los partidos y a sus candidatos de manera exhaustiva y seria para poder determinar, con relativa certeza, ante qué tipo de organizaciones se encuentran y qué podría esperarse realmente de cada una de ellas.

Interesa saber si la organización -cada una- es:
⦁ “caudillista” o de orden democrático;
⦁ quiénes integran su dirigencia;
⦁ cómo llegaron sus dirigentes a serlo (¿hubo competencia interna?, ¿qué visiones se contrapusieron?);
⦁ cuáles son sus fundamentos ideológicos (sin demagogia y pudiendo plantear cuáles son esos fundamentos en lo económico, en lo social, …);
⦁ cuáles son los puntos esenciales de su programa de gobierno (señalando grupos concretos de beneficiados, así como de afectados -aunque se proponga que, a largo plazo, serán de provecho para toda la nación …-);

… y existen muchas otras cuestiones.

Una prensa profesional, comprometida realmente con el futuro del país y con la consolidación de la democracia podría ser un instrumento fundamental en esta tarea de saneamiento cívico. Una prensa que, más allá de beneficiarse con parte de los recursos que los partidos políticos tienen el derecho a invertir en campaña, comprendiera que como “4to. poder” tiene una función que desarrollar en beneficio del país.

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