Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Tras mi columna de la semana pasada en la que comenté que me abstendría de votar en las futuras elecciones porque participar bajo estas condiciones y con estos candidatos es solo alentar un sistema perverso, surgieron variadas reacciones pero que fueron dominadas por el comentario de que dejar de votar favorece al que va más arriba en las encuestas.
Otros coincidían con mi postura, pero nadie, absolutamente nadie, me dijo que sí hay por quien votar o que pensando el voto, las cosas pueden cambiar porque nos guste o no, lo aceptemos o no, todos sabemos que muchos se conforman con votar en contra del que no quieren, esforzándose por ver a quién le ponen la cara “del menos peor”.
Siento pena que los ciudadanos debamos participar en esas condiciones porque eso nos garantiza que Guatemala tendrá más de lo mismo. Mi punto es que independientemente de que algunos tengan más aberración por unos que por otros, cualquiera que gane en estas elecciones, y me refiero a Presidente, Diputados o Alcaldes, debería de enfrentar a una ciudadanía más activa, más tolerante con la diversidad social pero absolutamente intolerante con la corrupción y la impunidad.
No soy ciego ni sordo, entiendo y comparto los temores hacía los candidatos, sus partidos, sus alianzas con grupos de miedo y su financiamiento. Por ejemplo, existen tremendas dudas respecto a la fortuna de Baldizón, miedo por su falta de seriedad, cuestionamiento por sus títulos académicos y por su deseo de eternizarse en el poder, extremo que comparte con Torres, quien fue capaz de casarse y divorciarse de Colom con tal de estar donde está; a la cuasi ex presidenta la persiguen el poco claro manejo que hizo de miles de millones de Cohesión Social, su fortuna y la de sus allegados en el poder.
Pero no son los únicos, por ejemplo, creo importante saber si el hermano de Zury será parte del equipo de cirujanos para cambiar el sistema luego de que éste hizo micos y pericos en finanzas del Ejército; no deja de dar miedo que Portillo se haya aliado a Gustavo Alejos para “cambiar” el sistema, pues más pareciera que es para afinarle sus puntos flacos; qué decir de Canela y Arzú que representan los papas de los negocios hechos con corte empresarial para no dejar rastro y así, abundan los casos.
Ninguno de todos nos dice de forma inequívoca de dónde viene su financiamiento.
Una vez citados algunos ejemplos, mi punto es que no importa quién gane porque TODOS deben jugar bajo las mismas reglas perversas que garantizan riqueza para quienes financian y su mueven entretelones, pero pobreza, violencia, falta de oportunidad, marginación, impunidad y corrupción para aquellos que participan solo votando en las elecciones.
Todos los partidos abren sus espacios a gente indeseable y por ello, es que sostengo que no hemos visto lo peor, que en Guatemala tendremos que sacudir las bases para pensar en poder construir un nuevo modelo sin columnas hechas a base de cartón y que ello, requerirá de alma, corazón y huevos como decía mi bisabuelo; será difícil porque lo que está en juego son millones y el futuro de muchos que han invertido para ganar dinero “fácil”.
Gane quien gane en septiembre nos demandará ser mejores, menos tolerantes con los males pero capaces de articular consensos mínimos que nos permitan salir del atolladero. Gane quien gane nos debe obligar para que sin importar si somos ricos o pobres, ladinos e indígenas, de izquierda o derecha, heterosexual u homosexual, católico o protestante, podamos luchar por erradicar los fideicomisos, el sistema de compras y la ejecución de todo el aparato del Estado.
Debemos encontrar terreno en común para atacar los contratos abiertos, modificar el sistema de elección de cortes, prohibir la reelección, transparentar el financiamiento electoral, la reforma de la órganos de seguridad, la consolidación de los buenos jueces y fiscales y un largo etcétera.
El llamado es para que aunque gane su “menos peor” persista su compromiso por una Guatemala mejor, aunque no le arderá e indignará tanto el saqueo y el robo de oportunidades a la que seguiremos siendo sometidos.