Juan José Narciso Chúa
En los últimos días, una de las noticias más relevantes ha sido el proceso permanente y mal intencionado de ocultar la información sobre las cifras en relación a la violencia en Guatemala, una situación que resulta muy difícil de esconder en tanto la realidad y la nota roja demuestran con certeza los hechos que ocurren de violencia criminal diariamente.
Pretender ocultar esta información, es como tratar de esconder la Estatua de la Libertad o la Torre Eiffel bajo pliegos de plástico o lonas, resulta imposible. Sin embargo, la lectura que se puede inferir de tal ocultamiento es desinformar a secas. Efectivamente el proceso de esconder cifras se orienta a generar “otros resultados”, que desfiguren o modifiquen la realidad de la ocurrencia de hechos de violencia y en Guatemala. Esto resulta imposible.
La violencia criminal presenta múltiples expresiones o facetas, pero que al final concluyen en afectar al patrimonio o los activos de las personas como robo de carteras, de billeteras, de relojes, de joyas o de celulares, mientras ocurren otras formas más complejas como la extorsión, la amenaza o la coacción o bien situaciones que ya rayan en el crimen organizado como el secuestro, el lavado de dinero o la trata de personas.
Los hechos cotidianos documentados por varios medios de comunicación muestran nada más y nada menos, que el deterioro de nuestra sociedad expresada en términos de hechos violentos que afectan a las personas trabajadoras o no, pero que en su movilización al trabajo o a la propia ocupación diaria –que no es lo mismo el empleo que la ocupación, puede la persona estar ocupada, pero no necesariamente empleada, como lo muestran las cifras de trabajo informal–, son sujetos de crímenes de cualquier tipo.
Pero no todo termina ahí, ahora la desinformación también llega a los medios electrónicos, en los cuales algunas páginas o plataformas han sido cerradas temporalmente para evitar que se puedan analizar ciertas cifras que muestran palpablemente el desastre de este régimen, pero lo más doloroso es un continuo deterioro institucional, que al final termina destruyendo los cimientos propios de entidades y sepultan, cada vez más, la credibilidad en los servicios, informes o datos que estas instituciones presentan a la sociedad.
El camino a la dictadura institucional sigue sumando hechos como los señalados el día de hoy. Pero la corrupción generalizada, la impunidad disfrazada o arropada con falsa legalidad, los nombramientos “chuecos” de funcionarios, la permanencia de magistrados ad eternum, la composición de tribunales constitucionales ad hoc, el cobarde silencio de las élites que se muestran complacidos con la venganza en contra de todos aquellos que “sentaron a las propias élites a pedir perdón”, la revancha perversa contra los operadores de justicia, principalmente contra aquellos vinculados a la CICIG, como el caso doloso y doloroso de la Fiscal Virginia Laparra, quien ayer fue nuevamente puesta en prisión preventiva, que muestra saña y sed de venganza, son un conjunto de condiciones que el actual régimen destila permanentemente y se vanagloria en una especie de jolgorio macabro, en contra de toda la sociedad.
El aislamiento internacional que viene acrecentándose derivado de una pésima imagen internacional, de mentiras y traiciones a funcionarios del más alto nivel en otros países y la persistencia de mantener el poder por medio de la impunidad y ahora perversamente contra toda persona opositora, muestran con claridad meridiana la decadencia de un Gobierno que no se inmuta contra los grandes problemas que vivimos, al contrario se aprovecha de los mismos para asegurar la corrupción, son expresiones propias de un proceso de deterioro que seguramente no terminará bien. Pero la sociedad y su pueblo deben luchar para evitar que lleguemos a situaciones extremas que serán imposibles de controlar, menos aún con represión. El futuro apunta al desastre.