Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hoy hace noventa y cinco años, el 19 de junio de 1920, Clemente Marroquín Rojas publicó el primer número de La Hora, luego de haber sido como universitario parte importante del movimiento Unionista y de haber escrito de manera consistente en los medios surgidos para combatir la dictadura de Estrada Cabrera. Decidió fundar su propio medio como un instrumento contra toda forma de dictadura y a favor de la democracia, viéndose obligado a suspender las publicaciones al menos en tres oportunidades por la presión gubernamental y, la última vez, por el exilio de catorce años que sufrió bajo la tiranía de Ubico.

La Hora surgió como un medio profundamente comprometido con los intereses del país, aspirando a la construcción de una sociedad más justa, donde los gobiernos dejaran de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, promoviendo políticas para democratizar la riqueza, y ha librado muchísimas batallas tras esos ideales. La corrupción de los políticos fue, desde el inicio de La Hora, causa de largas y riesgosas luchas.

Cuando nos faltan cinco años para el centenario de existencia, estamos viviendo en condiciones que jamás hubiera imaginado nuestro fundador porque si bien siempre ha habido corrupción, nunca habíamos llegado al punto de tener un sistema hecho y diseñado para facilitarla, para estimular el saqueo del país gracias a una rampante impunidad que alienta a los políticos y sus socios que hacen negocios con el Estado para robar prácticamente en todo lo que tiene que ver con los ingresos y egresos fiscales.

Ante la indiferencia generalizada de los ciudadanos por la corrupción extendida en el país, iniciamos hace algunos años la campaña cívica, recordando a la población que ha llegado la hora de reaccionar, de actuar, de comprometernos para librar la lucha contra ese vicio que empobrece al país. Reconociendo nuestras carencias institucionales, desde el principio apoyamos el proyecto de la CICIG porque siendo un periódico reivindicador de la soberanía, por excelencia, reconocíamos que no existe tal soberanía cuando el crimen organizado se adueña del territorio y de los recursos del Estado y que hacía falta una entidad sólida y competente, ajena a nuestra estructura, para librar la lucha.

Hoy vemos que las dos apuestas fueron certeras. El trabajo de la CICIG destapó la cloaca y eso ayudó a generar una reacción ciudadana que hoy mantiene en vilo a los poderes fácticos, a los corruptos que desde la política y desde el sector privado se han enriquecido a costillas del hambre de nuestro pueblo que sufre desnutrición y tiene que emigrar si quiere aspirar a mejores condiciones de vida.

A lo largo de cuatro generaciones hemos logrado preservar nuestros principios e ideales. Me toca la suerte de ser el puente entre ese pasado que nos llena de orgullo y un futuro que nos llena de ilusión y esperanza porque vemos, al fin, que a lo mejor se puede construir un país distinto. Confieso que ya me había resignado porque no veía luz al final del túnel y más de una vez dije que nuestra generación no vería el amanecer de esa reacción del pueblo. Hoy me trago mis palabras y me sumo a la tarea de reconstruir a una Nación castigada por tanta perversidad.

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