Javier Estrada Tobar
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Esta semana el Papa Francisco confirmó su liderazgo mundial, con alcances que van mucho más allá del espectro católico, con un mensaje claro, profundo y contundente para motivar una reacción global frente a los efectos del cambio climático.
El diccionario dice que una encíclica es una «carta solemne que dirige el Sumo Pontífice a todos los obispos y fieles del orbe católico», sin embargo, la nueva «Carta Encíclica Laudato si’ (Alabado seas) del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común»* está dirigida a cada persona que habita este planeta.
Y es que el Papa tiene claro que el cambio climático es problema que no entiende de religiones, pero sí que afecta más a uno que otros. El documento señala que: «Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres».
En ese sentido, Francisco hace eco del documento «El universo, don de Dios para la vida», la carta pastoral sobre medio ambiente y desarrollo humano en Bolivia, que expone: «Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre».
El mensaje que nos traslada el líder de la iglesia Católica debe comprenderse como una voz de alarma sobre el comportamiento «suicida» que impera en la sociedad de consumo, porque «nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos».
«Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha (…) recoger los avances positivos y sostenibles y, a la vez, recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano», subraya el argentino de 78 años.
¿Cómo vamos a responder los católicos y los no católicos a este llamado del Papa? Justo esta semana, la ministra francesa de Ecología, Ségolène Royal, lanzó una ofensiva contra la crema de cacao Nutella, a la que acusó de contribuir a la deforestación por su uso de aceite de palma.
«Hay que replantar árboles, porque ha habido una deforestación masiva que conlleva también un calentamiento climático. Hay que dejar de comer Nutella, por ejemplo, porque es aceite de palma», dijo la funcionaria francesa, según publicaciones de diferentes medios.
Yo respeto las ideas de los otros, pero creo ante todo que debemos tener claro cómo vamos a enfrentar con seriedad y responsabilidad los retos que acarrea la degradación ambiental. El boicot a una empresa podría generar algún cambio en sus sistemas de producción para reducir el impacto ambiental, pero creo que difícilmente sea eso lo que necesitamos.
En Guatemala, el desastre ambiental del río La Pasión, con efectos incalculables sobre la biodiversidad de esa cuenca, no se va a resolver con el boicot hacia una productora de aceite -aunque sí creo que debe ser investigada-, como se propone en las redes sociales. Esta catástrofe merece, más bien, una respuesta integral para proteger todos los ríos, lagos y reservorios naturales de agua que ya están contaminados.
Nada mejor que el mensaje del Papa para entender el impacto de la contaminación del planeta, y también para comprender cómo deberíamos reaccionar. ¿Qué vamos a hacer?
*Encuentre la nueva encíclica en: https://lahora.gt/el-papa-pide-por-el-medio-ambiente/