Flaminio Bonilla

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Flaminio Bonilla  Valdizón

flamabonilla@gmail.com

Seguimos.  Confieso que tuve tropiezos, recae muchas veces, más nunca empeoré en las crisis y dificultades que la vida me presentó, porque con temple y vigor puedo afirmar muy ufano, que siempre logré derrotarlos.  En esto debo agradecer, que Dios fue el sostén para darle el rostro a los retos y me impregnó su ternura, me insufló valor, solidez y vergüenza para sentir un nuevo y cautivador sol en el amanecer de mis tormentas. Pero también aprendí a no ser siempre confiado, porque como dice aquel refrán, “confiar es ir por la senda del desengaño”. Ya que en ocasiones aquellos a quienes brindan y entregas tu amistad y confianza, te hacen recelar y temer con sus acciones o con sus omisiones. No hay confianza cuando esta es insegura, inclemente   y medrosa.

 Lo que siempre me   causó dolor y no sé por qué se acrecentó precisamente de la ausencia de mi padre desde hace dieciocho años, a quien vivo reclamando por qué nos dejó tan pronto. Me retornan los momentos que pasamos juntos muy unidos, cohesionados cual amigos él y nuestra madre; felices y bulliciosos, desde cuando con mi hermano éramos esos niños retozones y en muchas ocasiones insumisos, desobedientes, revoltosos  y aventurados;  mi  juventud incontenible, amotinada, sediciosa, nihilista, rebelde  y tozuda, sus constantes consejos amorosos, fraternales;  siempre prudentes y atinados,  nuestras discrepancias de trabajo, porque yo al igual que él abracé la abogacía, pero en lo que si no tuvimos divergencias  jamás, fue en nuestros  sueños  y  visiones, de ver y vivir  algún día en una Guatemala diferente, no la Guatemala profunda, tiranizada  y lacerante, la cruel e inhumana que desde tiempos permanentes y continuos estamos viviendo. Más mi padre seguramente vive en una rutilante galaxia, puede tocar las estrellas, solazarse en la magnificencia del firmamento, observar el   fulgor de los cometas, contemplar el halo de la luna, ver de cerca los luceros, convivir con mis abuelos, con mis tíos, sobrinos y primos para conversar con su Dios.   En este año 2022 fue lo más duro la muerte de mi mamá, Margot mi madre    que siempre fue multifacética, multiplicó sus ayudas y siempre encontrando   esos   humano que en su vereda hubo siempre tendía la mano abierta, fraternal y amiga; poliniza     la dádiva y entrega pura recorriendo caminos de esperanza    y   vida, saciando el hambre de cualquier mendigo   que por fortuna suya e iluminando divina   Margot mi madre en su encuentro vino. Prolífico   multiplicadora de conciencia fundó refugios, albergues y cobijos a quienes, abandonados en el sendero por sus hijos, encontraron en Margot mi madre su arropase.   As fue mi mamá.

La vida es impredecible, nos da en muchas ocasiones esos golpes tan severos que son fuertes bofetones, aquellos que remueven el alma y sacuden nuestro juicio o algunos otros sucesos que aflorando a nuestra mente despertaron más conciencia, nos dieron a beber ciencia, nos pusieron a las puertas de esos sueños que anhelamos; algunos los alcanzamos, más la mayoría de ellos se quedaron en nostalgia, en fantasía y quimera, hospedados en memorias. Para otros la vida es como un témpano que a pedazos gigantescos desmorona a cada instante y les cala con angustia, sufrimiento y mucho vacío. Y para ellos vivir, es un incendio de delirios, arrebato y paroxismo; viven intensamente, muchas veces con excesos y son estos abusos constantes los que por fin les aburren, les causan tedio y hastío, inyectándose   asfixia y les llenan de infortunio; pero cuando esto sucede tienen la vida tan deslizada en forma muy turbulenta, que no hay paz en su interior y se tornan cada día, virulentos y mordaces, inseguros y dudosos. Y acudiendo a la metáfora, la vida es un libro abierto que nos enseña a vivir, lleno de benevolencia y valores, más también de sinsabores, de temores, dudas y desbarajustes, que cada día le pasan raudas y ligeras las hojas que son el correr de la existencia, y cuando se lee todo y llegamos al capítulo de conclusiones, al desenlace y epílogo, es cuando la vida está arribando a su última estación, esa presencia temporal en la tierra está en su punto de ocaso.   Continuará.

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