Sus aspectos culturales:

Por unos admirado, por otros vilipendiado a través de los siglos, por todas las culturas en todas las letras y las artes, el comportamiento suicida ha sido objeto de muchos pensamientos cambiantes y múltiples preguntas y respuestas. “Y juntándose frente a frente, extendieron ambos los brazos, se inclinaron hacia el suelo y se precipitaron en la hoguera, y así murieron los dos juntos” así se describe en el Popol Vuh la muerte de los gemelos. Quetzalcóatl hizo una hoguera y se inmoló para más tarde convertirse en Venus: la muerte como sinónimo de resurrección. En otras culturas, la cosa cambia. Para Aristóteles, el suicidio es un acto de cobardía cuando se realiza para huir de las aflicciones (Ética a Nicómaco). Platón matiza su afirmación destacando el alivio que puede proporcionar en caso de una enfermedad dolorosa e incurable. Durante el imperio romano, sus leyes prohíben el suicidio a los esclavos, pero lo permiten y de igual forma distintas tradiciones y costumbres llenan esa historia de los pueblos respecto al suicidio y no será sino con la entrada en Europa del cristianismo que entrelazó aspectos legales y tradicionales con la concepción religiosa y en plena edad media, el suicida queda así privado de la conmemoración funeraria y del acceso a Dios e incluso es sujeto el cuerpo del suicida a ignominia pública: el cuerpo del suicida, a veces era arrastrado boca abajo por la calle antes de ser ahorcado o tirado.

 

En consonancia con las convulsiones de la Historia, el campo del saber se va liberando paulatinamente del poder del Estado y de la religión. No es de extrañar entonces que la filosofía plantee el problema del suicidio como parte de la muerte. Camus nos dirá en tal sentido “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio”. Por su lado, El suicida –afirmaba Schopenhauer, ama la vida; lo único que le pasa es que no acepta las condiciones en que se le ofrece. Nietzsche, entre otros, sienta bases de lo que constituirá la paradoja filosófica entre la promoción de la vida, expresada a lo largo de su obra, y la perspectiva tranquilizadora de acabar con las cosas en caso de una situación dolorosa: “La idea del suicidio es un consuelo poderoso, nos ayuda a pasar muchas malas noches” –dirá. Creo que la literatura también le da su lugar como acto reprochable o magnífico. “Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar su pensamiento sin morir” —afirmaba Pascal incluso la religión deja oír su voz “La vida es una mala noche en una mala posada” –decía Santa Teresa. Pero al final, como resume el musicólogo, traductor y poeta, Ramón Andrés: “En el acto voluntario de morir intervienen demasiados factores, a veces azarosos, y por eso mismo tampoco los puede determinar –como pretende, en las últimas décadas– la medicina psiquiátrica. El suicidio está latente en un rincón de nuestra mente, pero también de nuestra cultura.

La interpretación sobre el suicidio y la salud

Desde el año 1976 la OMS lanzaba la alarma de que el incremento del suicidio en los últimos años era impresionante. Según datos de aquella época, mil personas como mínimo se suicidaban diariamente y por cada persona que se suicidaba, de 10 a 15 lo intentaban.  Hay un problema para las ciencias de la salud para tratar sobre el suicidio y que tiene que ver algo con lo ideológico:  el sentido de la vida no es algo abstracto, sino concreto en las personas, las ciencias se dejan llevar por lo abstracto, propone soluciones abstractas y el acontecimiento que conduce y el acto mismo del suicidio es concreto y como bien señalan dos filósofos A. Martínez Gómez y Evelio A. Pérez Fardales “En su expresión subjetiva, el sentido de la vida humana está formado por un conjunto bastante amplio de metas, aspiraciones, deseos, entre otras, propio de cada individuo y su sistema de valores y acá la actividad de la salud fracasa”. Es por eso que el tema se presta a múltiples enfoques según interpretaciones. En el enfoque sociológico, Durkhein afirma que el suicidio es un acto consciente y planeado que refleja en forma ideal (con frecuencia tergiversada) las fuerzas sociales que empujan al hombre a suicidarse. El suicidio anómico, según Durkhein, se produce cuando la relación habitual del individuo y la sociedad se rompe repentinamente. El enfoque psicológico de Freud reúne el acto con el mundo interno (intra psíquico). Según él, las causas del suicidio radican en la mente del individuo, en su psiquis y no en el medio social donde vive. Los hombres según Freud, se identifican de forma ambivalente con los objetos que aman. Por eso, cuando son frustrados, el lado agresivo de la ambivalencia se dirige contra la persona internalizada. De esta forma, según él, el suicidio representa un homicidio de grado 180: hostilidad inconsciente contra el objeto amado e identificado de forma ambivalente. Tal análisis puede ocurrir súbitamente.

 

En la actualidad, la psicodinámica del suicidio añade otros aspectos, otros factores, además de la hostilidad: la cólera, la culpa, la ansiedad, la dependencia, entre otras.

Pero en realidad el fenómeno del suicidio como problema de salud debe ser considerado en todos sus aspectos y de esa manera la OMS y los organizamos de salud consideran al suicidio como un hecho en el que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales. Hay que tener claro que los entornos de atención médica, brindan una oportunidad importante para la intervención y la prevención del suicidio, pero no pueden manejar completamente el riesgo de suicidio debido a la falta de capacitación, las brechas de conocimiento y los desafíos que esos eventos presuponen para otros sectores de la sociedad.

La situación nacional

En Guatemala, el manejo estadístico de los suicidios se hace mal por diversas circunstancias, pero se puede entender con lo poco que se tiene que existe una incidencia del mismo que se relaciona con la edad y el género como nos lo muestra la siguiente gráfica

De acuerdo a esos datos, la tasa cruda de suicidios por cada 100 mil habitantes ha oscilado entre 1.5 y 3.8, registrándose ese máximo el año 2019. OMS por su lado estima que esas tazas son más altas 6.2 por 100 mil global 2.5 en mujeres y 10.3 en hombres para el año 2019.

La tendencia a su aumento en el tiempo, es otro indicador de la gravedad del problema. El economista y politicólogo Carlos Mendoza, estudioso de este problema en su artículo aparecido en 2021 titulado “Suicidios en Guatemala, 1986-2019” nos muestra la siguiente gráfica de ello:

 

Seguramente el subregistro es alto pero la evidencia de la persistencia y aumento del problema es clara. Como bien establece Mendoza “En general, los suicidios son poco estudiados en Guatemala y, por lo tanto, es muy arriesgado especular sobre sus causas desde la perspectiva sociológica, para iluminar políticas públicas de prevención”.

Como en otros países, es muy posible que existan diferencias en las tasas de suicidio en Guatemala, producto de etnia, edad y grupo S-E y que se distribuyan de manera diferente geográficamente a lo largo del territorio nacional. Lo cierto es que afirmaciones como es alto, bajo, menor o mayor las estadísticas al respecto de suicidio en nuestro medio en comparación a otros países carece de fundamento a la fecha. El MSPAS es claro en señalar que “clasificación incorrecta, debilidad en los procesos de notificación y falta de vigilancia del evento, facilitan la existencia del subregistro en el dato y las respectivas tasas” cilc aquí y con la data que posee, confirma lo dicho arriba respecto a factores de diferencias en las tasas.

Guatemala carece de estudios de comportamiento suicida no fatal, carece de información sobre las tasas de pensamientos y comportamientos suicidas en todos los grupos humanos de la nación. Otros países encuentran que ese comportamiento se acelera violentamente a partir de la adolescencia es decir de entre 10 a 12 años. Los servicios de atención de salud mental, son un componente crítico en los esfuerzos de prevención del suicidio, y esos servicios que abordan la prevención del suicidio en nuestro medio son escasos y no cuentan con los recursos suficientes.

El papel de los servicios de salud

Es muy probable como sucede en otros países, que las personas en riesgo de suicidio, y en particular los jóvenes y las poblaciones históricamente marginadas, a menudo no buscan servicios de salud mental. Esta realidad afecta los resultados de la prevención del suicidio y exacerba las disparidades en el comportamiento suicida y la prevención del suicidio. En tal sentido, existe la necesidad apremiante de tener enfoques de prevención del suicidio en capacitación, prácticas estratificadas y basadas en evidencia, coordinación entre los sistemas de atención y una mejor recolección y uso de datos para la acción.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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