Tops Friendly Market era mucho más que un sitio donde se compran alimentos. Era el único supermercado en kilómetros a la redonda y se había convertido en una especie de centro comunitario del East Side de Buffalo, donde la gente se encontraba con sus amigos y se ponían al día con sus cosas.
«Ibas a comprar pan y te quedabas 15, 20 minutos extras porque te encontrabas con cuatro o cinco personas que conoces y te ponías a conversar con ellas», expresó el concejal Ulysees O. Wingo, quien representa ese barrio pobre de Buffalo. «Te sentías bien allí. Era un sitio importante para ti».
Hoy los residentes de la zona lloran la muerte de 10 afroestadounidenses asesinados por un chico blanco de 18 años que manejó tres horas para perpetrar un ataque racista, transmitido en vivo, cuando el supermercado estaba lleno de gente el sábado.
También lidian con el hecho de que fueron atacados en un sitio tan vital para la comunidad. Antes de que abriera Tops en el East Side en el 2003, los residentes de la zona tenían que ir a otros barrios para comprar comida de calidad o conformarse con baratijas y productos básicos, como leche y huevos, caros, comprados en gasolineras o en pequeñas tiendas de la zona.
El hecho de que no tuviesen otras opciones refleja las desigualdades raciales y económicas que hay en Buffalo, según sus residentes. «Es imperdonable que Tops sea el único supermercado de mi barrio», declaró la maestra jubilada Theresa Harris-Tigg, quien conocía a dos de las víctimas de la matanza.
Tops permanece cerrado mientras se investiga el ataque, pero la comunidad se esfuerza por asegurarse de que a los residentes del barrio no les falta nada.
Se instaló un improvisado banco alimenticio no muy lejos del supermercado. La organización Buffalo Community Fridge recaudó suficiente dinero como para donar sumas a otras organizaciones locales. El propio Tops ofrece transporte a otros barrios de los alrededores para comprar alimentos.
Luego de décadas de abandono y deterioro, apenas quedan un puñado de negocios en la Jefferson Avenue, la calle principal del East Side, otrora llena de comercios. Una tienda Family Dollar que vende productos alimenticios baratos, un «deli» que vende platos básicos listos y un par de almacenes pequeños. También hay una biblioteca y un puñado de negocios de afroestadounidenses, como Golden Cup Coffee, Zawadi Books y The Challenger News.
#LHInternacional 🇺🇸 La masacre fue perpetrada por un adolescente y aquí las razones sobre la hipótesis de las autoridades. 👇🏼 https://t.co/YK046Ov2zL
— Diario La Hora (@lahoragt) May 15, 2022
Jillian Hanesworth, una mujer de 29 años que vivió toda su vida aquí, dijo que la construcción de una carretera contribuyó al aislamiento del barrio. La carretera pasa por debajo del barrio.
En un acto reciente, Hanesworth preguntó a los presentes cuántos necesitaban usar el GPS para llegar allí, y varios blancos levantaron sus manos. Hanesworth es poeta y activista de Open Buffalo, una organización sin fines de lucro que promueve la justicia social y el desarrollo de la comunidad.
Igual que tantos otros residentes, hace una pausa cuando se le pregunta cuál es el supermercado más cerca de su casa ahora que Tops está cerrado. Dice que no hay ninguno al que se pueda ir caminando y hay que tomar tres autobuses para llegar a Price Rite. Antes de que abriera Tops, los residentes de la zona, legisladores y activistas impulsaron la llegada de una tienda de comestibles buena a lo que describían como un «desierto alimenticio» tras el cierre de varios almacenes en el sector conocido como Central Park Plaza, según Wingo.
Yvette Mack, de 62 años, recuerda cuando las calles estaban llenas de gente. Dice que los negocios empezaron a cerrar cuando ella tenía 15 o 16 años. «Todo empezó a desaparecer con el correr del tiempo», declaró.
Ella se mudó al centro de la ciudad, pero regresó al East Side en el 2020, feliz por la presencia de Tops. Dice que iba allí a diario, a veces tres o cuatro veces en un día. Compraba de todo y jugaba a la lotería. Estuvo allí el sábado, el día de la matanza.
Ahora no sabe si regresará cuando Tops vuelva a abrir. Igual que Mack, Harris-Tigg, la maestra retirada, espera que el ataque unifique a la comunidad y la haga hablar de las desigualdades existentes.
«Es hora de hacer algo. De que los blancos hablen con los blancos, de que tengan una conversación honesta», manifestó. El pastor James Giles, coordinador de Buffalo Peacemakers, que lucha contra la violencia, cree que ese diálogo ya está en marcha. Dice que está recibiendo muchas llamadas ofreciendo ayuda. De iglesias y negocios de la zona, de los Buffalo Bills (el equipo de fútbol americano de la NFL), de tiendas de comestibles que compiten con Tops e incluso de la empresa de servicios públicos.
«Quiero que seamos la Ciudad de los Buenos Vecinos», dijo Giles. «Pero creo que no podremos serlo mientras no digamos la verdad acerca del supremacismo y el racismo blancos, que están presentes en nuestra comunidad».