Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Todo mundo comenta que vivimos en una situación de crisis con una Presidencia agonizante o, por lo menos, inmovilizada por las sacudidas que ha sufrido el general Pérez Molina debido al destape de los casos de Aduanas y del Seguro Social. El licenciado Alejandro Maldonado Aguirre fue investido como Vicepresidente y su única función pública destacada fue el viaje a Europa que hizo la semana pasada, pero no ha tenido un aire con remolino para contradecirnos a los que hemos dicho que él es un eficiente hombre del sistema, de ese mismo sistema que tanto daño le ha hecho al país.

Yo pienso que el presidente Pérez Molina en un esfuerzo por demostrar que comprende el clamor de la gente que está harta de tanta corrupción, tiene que dar un paso firme y el que se me ocurre es una iniciativa de ley para prohibir de manera tajante y absoluta el mañoso uso de los fideicomisos para manejar los recursos públicos. Los fideicomisos han sido preocupación de La Hora desde hace muchos años, desde que se exacerbó su uso para manejar disimuladamente la corrupción en tiempos de Arzú, porque son una institución de derecho privado que asesores de los gobernantes se sacaron de la manga para colocar allí millones a sabiendas de que los administradores de los fideicomisos (los bancos) podrían siempre invocar el secreto bancario para evitar cualquier auditoría.

Nos ocupamos de corrupciones como las compras y contrataciones de las cuales apenas hemos visto una muestra con el caso de la hemodiálisis en el Instituto Guatemalteco de Seguridad, pero no nos damos cuenta de los negocios continuados a lo largo del tiempo disfrazados en esos perversos fideicomisos que tienen la finalidad esencial de esconder el manejo del dinero.

Lo gobiernos dicen que no pueden parar los fideicomisos porque se detendrían proyectos que no pueden seguirse con los procedimientos ordinarios de la ley de compras y contrataciones. Pues yo les digo que en esas condiciones, al diablo los proyectos porque aunque tengan un pequeño efecto social, lo que en realidad tienen en el fondo es el manejo sucio e interesado de los fondos para beneficio de los que los disponen.

En esta etapa crítica de su presidencia, el presidente Pérez Molina tiene la obligación de dar un paso al frente para ayudar a depurar un sistema que él sabe cuán corrupto está y cuán difícil será sanearlo. Pero cualquier cosa que haga mientras tenga aliento, como enviar una iniciativa tajante, radical y rotunda contra los fideicomisos para que los diputados se sientan presionados para hacer algo por el país, es un aporte importante a una causa impostergable.

Se dice que lo que no se hizo al principio de gobierno no se puede hacer al final y eso sería más patético cuando hay una presidencia debilitada al nivel de la actual. Pero el poder es el poder y cuando se quiere usar bien, para fines de interés nacional, siempre habrá espacio para dejar alguna huella positiva y huellas de ese tipo le urgen al gobernante.

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