Edmundo Enrique Vásquez Paz
El tema del cómo llegar a una fórmula aceptable y aceptada por todos -o la mayoría- sobre lo que debería ser la orientación del desarrollo y el auténtico “progreso” nacional es, seguramente, uno de los más difíciles de abordar en cualquier país porque, pese a que ya es convención asumida universalmente (¿?) que las voluntades de los conglomerados sociales se deben establecer y aceptar como vinculantes vía el voto, existen aún facciones renuentes a aceptarlo de esa manera argumentando que no todos son iguales, que “hay algunos que son más iguales que los otros”.
El caso de Guatemala no es la excepción, aunque debido a varios factores la situación aquí es más difícil. A continuación, incluyo varios textos de una publicación de mi autoría (Vásquez, E. Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo, Serviprensa, 2015) referidos a este tema. Los párrafos aparecen con la numeración que les corresponde en la edición original. Fue diseñado así para facilitar a sus lectores ubicar las ideas sobre las cuales les interese discutir.
“7. Este trabajo [Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo] ha sido elaborado para hablarle a los ciudadanos sobre la necesidad de ponerse de acuerdo alrededor de un planteamiento que permita que los guatemaltecos lleguemos a hacernos dueños del diseño de nuestro propio destino y no seguir dejándolo en las manos de otros; sabiendo actuar de manera decidida y en el sentido correcto.
“8. En principio, el asunto [que planteo] y la propuesta [que presento] no son nuevos. En países con auténticas organizaciones políticas y grupos de interés y de presión bien organizados y con dirigencia legítima, la solución va por el camino de la suscripción de “pactos sociales”.
“9. Pero el nuestro es un país con la gran dificultad de no contar ni con partidos políticos que jueguen el papel para el cual están concebidos (servir de intermediarios entre amplios grupos de la población con intereses y necesidades compartidos y el ejercicio del poder público […]) ni con organizaciones ciudadanas o grupos de interés y de presión que sean realmente legítimos y representen y articulen las auténticas necesidades de sus integrantes.
“10. En Guatemala es difícil pensar y decidir sobre “entre quiénes se puede llegar a suscribir un pacto de la envergadura del cual se necesita”. ¿Quiénes y con qué legitimidad real pueden adscribirse la calidad de “partes contratantes”? Pues, al final de cuentas, de lo que se trata es que se llegue a acuerdos o pactos que sean vinculantes, que prometan ser cumplidos, y esto sólo puede garantizarse vía la suscripción de acuerdos o pactos entre actores serios y representativos.
“11. El presente trabajo [Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo], se orienta a hacer evidente la necesidad de realizar un cambio, identificar en dónde debe realizarse y qué características principales debería tener éste para que Guatemala llegue a ser gobernada con el propósito de responder a las necesidades y a la legítima aspiración de felicidad de toda su población. Dicho de otra manera: para que llegue a ser gobernada en servicio de la mayoría de sus ciudadanos.
“12. La idea es ofrecer elementos para permitir saltar de la actual actitud crítica predominante entre la ciudadanía guatemalteca ante la situación del país, a la de la elaboración de un planteamiento para el abordaje de una solución global y orgánica, en la que los dueños y artífices de las soluciones no sean ni connotados ni influyentes personajes de la vida nacional, ni “expertos”, sino los actores que realmente las deben generar y acordar: la ciudadanía nacional”.
Un diagnóstico rápido permite concluir que Guatemala -pese a considerar formalmente que “su sistema de gobierno es republicano, democrático y representativo” (Art. 140 de la Constitución Política de Guatemala)- adolece de deficiencias que, en rigor, la mantienen aún bastante alejada de ese ideal.
La reflexión principal de los grupos interesados en que Guatemala encuentre su rumbo como respuesta legítima a sus auténticas necesidades y en correspondencia con las visiones más difundidas, debería ser la de cómo lograr la organización política efectiva y sana de los principales grupos de interés.
No se debe olvidar que solamente es de esa organización ciudadana -clara de sus auténticas y respectivas necesidades y, además, competente para articularlos-, que pueden emerger los partidos políticos y los verdaderos políticos que requiere el sistema democrático para funcionar. También, es necesario saber que solamente en un escenario así es que se podrán identificar con claridad los grupos entre los cuales se pueda llegar a acordar un Pacto social que prometa ser consistente (porque se fundamenta en razones reales y legítimas) y ser estable en el tiempo (porque los firmantes tienen suficientes personas organizadas a sus espaldas y velan, con su respaldo y permanentemente, por su cumplimiento).