Al personal profesional y al público, cuando el COVID-19 se agrava, pone de manifiesto un sistema inmunitario que reacciona de forma exagerada llevándoles a sepsis… y luego casi deja de funcionar, afectando otros sistemas orgánicos pudiendo producir lo peor: la muerte.

Pero no todo ha sido desafortunado en ello: médicos e investigadores del mundo, se han unido en búsqueda de respuestas que puedan ayudarles a salvar más vidas y para ello, se han preocupado en aprender mejor los procesos patológicos que conducen a tanto daño y de esa manera poder adoptar mejores tratamientos.

Las infecciones son comunes y generalmente se curan por sí solas, pero a veces algo que comienza como una infección leve puede convertirse rápidamente en algo que antes se llamaba sepsis. La sepsis, la sepsis grave y el shock séptico, representan respuestas inflamatorias sistémicas cada vez más intensas a la infección. Cuando los pacientes tienen sepsis, todo el cuerpo se ve afectado. La incidencia de sepsis grave es menor en las mujeres. Las causas de esta diferencia no se conocen, pero pueden tener relación con el efecto de las hormonas sexuales sobre la inmunidad innata y adaptativa y sobre la respuesta cardiovascular a las señales de la citosina. Los pacientes ancianos son más proclives a sufrir sepsis.

 

En la sepsis, la infección, que generalmente se combate localmente, se convierte en un problema para todo el sistema y el sistema inmunológico reacciona en exceso al principio. Los investigadores han investigado previamente principalmente lo que sucede en la primera fase y en varios ensayos clínicos han intentado conocer para inhibir las señales que pueden dañar las respuestas inmunes, pero no ha funcionado tan bien como se esperaba, por lo tanto, el interés de los investigadores se ha desplazado cada vez más hacia la segunda fase, es decir, cuando se inhibe el sistema inmunitario. Es en esta fase que ahora se cree que la mayoría de los pacientes mueren.

Las piezas más importantes del rompecabezas son las primeras. Para muchos pacientes, hay una capacidad limitada de poder evaporizar y controlar las señales en la primera fase. Los médicos necesitan protocolos de manejo adecuado tanto de diagnóstico preciso como de tratamientos adecuados, que les permita ayudar a los pacientes a recuperar un sistema inmunitario. Enfrentar lo que está sucediendo en trastornos vasculares inflamatorios y vasculares es todo un reto que produce todas esas alteraciones, cómo reaccionan los órganos y tejidos y porqué aumentan las anomalías son temas de estudio actuales.

Por ejemplo, en el caso de lo inmunológico, las células supresoras son una de las piezas más importantes del rompecabezas para comprender lo que está sucediendo. A diferencia de las células inmunitarias habituales que combaten infecciones y amenazas, estas células inhiben las defensas del cuerpo. Entonces lo que se ha observado es que, en la sepsis, las células inmunitarias normales se reprograman y se convierten en células supresoras. Se están haciendo estudios intensos para poder estudiar los mecanismos que impulsan la reprogramación. También se hace necesario descubrir cómo pueden hacer que las células vuelvan a ser células inmunitarias normales para que los sistemas inmunitarios de los pacientes envueltos con sepsis, vuelvan a funcionar con normalidad. Deben existir moléculas reguladoras de eso, es precisamente el regulador el que controla la secreción de moléculas, lo que a su vez asegura que haya más células supresoras y menos células inmunitarias normales. Si se logra bloquear ese o esos reguladores, es posible que se restaure la capacidad de recuperar las células inmunitarias normales. Pero todavía queda un largo camino por recorrer antes de que pueda llegarse hasta buenos tratamientos. También queda bastante por investigar respecto a otro fenómeno de la sepsis como es la ruptura de las barreras endotelial y epitelial que se extiende más allá del pulmón y es un mecanismo clave de la disfunción orgánica generalizada que conduce a la muerte.

 

Hay otro hecho importante para el control de la infección por COVID-19, y que tiene que ver con pacientes que padecen enfermedades crónicas: las complicaciones que siguen a la infección y una de ellas es la inflamación. Y eso se vuelve importante porque existe una falta de conocimiento sobre por qué algunas personas sufren problemas a largo plazo después del COVID-19. Ya hay estudios que muestran que cierto tipo de células inmunitarias, conocidas como los macrófagos, tienen una expresión inflamatoria y metabólica alterada varios meses después de una infección leve por COVID-19. Entre tres a cinco meses después de la infección y en la mayoría de las personas en que se ha encontrado eso, no tenían síntomas residuales considerándose que sus sistemas inmunológicos eran más sensibles que en las personas sanas. Pero en general, en toda infección que fue con complicaciones, los síntomas prolongados son relativamente comunes después de la enfermedad. En el caso del COVID-19 se ha encontrado que también pueden afectar a las personas que han tenido síntomas leves.

En estos momentos, se necesita más investigación para aumentar el conocimiento sobre las anomalías inmunitarias a largo plazo en pacientes que se han recuperado de la fase aguda de la infección. Pero en ello hay un dilema. Un aumento sostenido después de la infección de COVID-19 podría causar una mayor susceptibilidad a la inflamación de las vías respiratorias, pero también podría mejorar la inmunidad antiviral al Sars-cov-2 u otros virus y mientras se sabe que es lo más producente: vacunarse y evitar el contagio es lo mejor.

Una advertencia: no a todos les va igual en estas respuestas inflamatorias e inmunológicas. Aparentemente en los estudios, se ha venido señalando que las personas con diabetes son las más afectadas por el COVID-19. Las personas con diabetes tipo 2 que están infectadas con COVID-19 tienen un riesgo significativamente mayor de tener complicaciones y de necesitar cuidados intensivos, un aumento del 40%. También se muestra un aumento de la mortalidad por COVID-19 en personas con diabetes tipo 2 todo ello a causa de que, de por sí, la diabetes como enfermedad conduce a inflamaciones y las reacciones del COVID-19 de por sí, también son un elemento fundamental en la inflamación.

En algo si tenemos que estar claros. La pandemia no ha terminado y el coronavirus sigue propagándose. Para poder convivir con la pandemia, debemos tener una cobertura de vacunación lo más alta posible, tanto en Guatemala (uno de los tres países con más baja cobertura de LA) como en el mundo. Las nuevas variantes del virus pueden desarrollarse en partes del mundo donde se vacunan menos y propagarse aún más. Puede haber otras variantes además de ómicron en el futuro y tener una protección contra la vacunación es importante durante mucho tiempo.

Son principalmente las personas que no han sido vacunadas contra el COVID-19 las que enferman gravemente y mueren a causa de la enfermedad. Nadie sabe exactamente cómo será el virus, la enfermedad o la infección en el futuro.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
Artículo anteriorPsicóloga contratada por Depp testifica sobre salud de Heard
Artículo siguienteFedEx premiará a micro, pequeñas empresas y emprendedores; ¿Cómo participar?