El triunfo de Emmanuel Macron en Francia, derrotando a la ultra derechista Marine Le Pen, tiene una serie de paradojas que evidencian la relatividad de los radicalismos ideológicos que ahora pululan por el mundo. Macron es un moderado que en primera vuelta tuvo como principales rivales a Le Pen y a Jean-Luc Mélénchon líder de la izquierda radical francesa, es decir los dos polos más opuestos desde el punto de vista de las ideologías, pero un importante segmento de los electores de izquierda, por llevar la contra, votó por la ultraderechista en la segunda vuelta, elevando así el porcentaje de sus votos, aunque sin que llegaran a ser suficientes para impedir el triunfo del moderado.

Por otro lado es importante decir que Le Pen nunca ocultó su simpatía y afinidad con Vladimir Putin, el ex agente de la KGB soviética y su respaldo a las políticas que está tomando Rusia y que tienen ahora preocupado al resto de Europa, tanto así que la prensa internacional ha señalado que el triunfo de Macron constituye un duro revés para las aspiraciones que mantiene el Kremlin de rescatar su hegemonía en la región.

Yo recuerdo una vez que, platicando con varios amigos en la casa de Meme Colom, éste hizo el relato de una añeja reunión que había ocurrido entre radicales liberacionistas con sus pares de la izquierda, en las postrimerías del gobierno de Ydígoras o en los inicios del de Peralta, detalle que no recuerdo con precisión, y el comentario de Manuel que los radicales de uno y otro lado eran tan, pero tan radicales, que terminaban dándose la mano en esos desplazamientos que hacían en el círculo de 360 grados.

Y para ese tiempo estábamos hablando de posiciones ideológicas que eran más definidas, que tenían fundamento en verdadero apego a creencias políticas derivadas del conocimiento de lo que cada una de las diferentes líneas de pensamiento significaba. En cambio ahora, cuando nadie entiende ni jota lo que son las ideologías porque simplemente se recurre a encasillar al adversario, sin que en realidad importe lo que es el pensamiento ajeno, pueden verse esa notable tendencia a que las extremas más radicales terminen siendo mico con mico que se dan la cola.

Ello explica el voto de los radicales de la izquierda francesa por la radical de la ultraderecha puesto que no se persigue otra cosa que hacerle la vida imposible a quien desagrada. Y explica también cómo es que en ese esfuerzo por revivir el poderío que llegó a tener la Unión Soviética en los tiempos del marxismo, Vladimir Putin, formado en la vieja escuela comunista, tenga el sólido y declarado apoyo de Marine Le Pen, a quien le molesta la actitud que ha tenido Macron al oponerse con vigor a la agresión rusa a Ucrania.

Y aquí nos mentamos la madre y nos dividimos en extremos de polarización por enfrentamientos entre derechistas que reniegan de fundamentos como el libre mercado porque creen en los privilegios del mercantilismo e izquierdistas que no dudan en aplaudir a sindicatos como el del magisterio vendido por completo a la corrupción.

Las ideologías incomprendidas son únicamente el obstáculo para los acuerdos que un país en crisis necesita para romper un sistema perverso.

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