Ignacio Ellacuría

En este artículo, Ellacuría continúa ejercitando con gran detenimiento -como lo hizo también con la obra del P. Martínez- sus capacidades de crítico literario: ahora lo hace con la obra de Boris Pasternak, Doctor Zivago, buscando determinar sus características esenciales en tanto que obra de arte. El trabajo de análisis de esta obra estaba originalmente

dividido en cuatro secciones, de las cuales sólo las dos primeras -que son las que constituyen el presente artículo, se publicaron. Las dos restantes fueron redactadas, pero sólo se conservan en una versión escrita a mano por Ellacuría. Tampoco se han podido incluir en este volumen. porque casi la totalidad de la tercera parte y el final de la cuarta se han perdido (el título de la cuarta parte era «El problema central del doctor Zivago»). El presente artículo se publicó en el número 17 de la revista Cultura (pp. 109-123) de El Salvador, correspondiente a los meses de octubre a diciembre de 1959.

Ante el Doctor Zivago se han multiplicado desusadamente los lectores y los comentaristas; desde el campo de la literatura y fuera de él se han tomado posiciones apasionadas y contradictorias. En el mes de diciembre, 1958, Italia presentaba ya la undécima edición; en marzo de 1959, Alemania sobrepasaba los 320,000 ejemplares; el mismo ritmo seguían las ediciones española, francesa e inglesa. En Estados Unidos se hablaba de una extraordinaria edición gratuita, mientras que en la Unión Soviética se tildaba al premio como acto hostil.

Fácil es de suponer que en el «caso» Pastemak hay algo que desborda el ámbito artístico y se extiende por áreas más extensas en las que se agitan intereses muy actuales y muy punzantes de índole política, social y, también -cómo no- cultural. Esto es claro a poco que se analice el «caso» Pasternak, en el que pueden apreciarse tres momentos fundamentales, tres fuentes de interés bien caracterizadas.

La primera, aparte de la resonancia mundial del premio Nobel, fue la renuncia al premio por parte del autor, con la tensión universal que tal medida suscitó. Inicialmente, Pasternak había contestado agradeciendo la distinción pero, poco más tarde, al constatar la reacción furiosa de los elementos oficiales de la Unión Soviética, se vio forzado a rechazar el premio, como anteriormente se había visto obligado a dejar inédito, dentro de las fronteras soviéticas, el manuscrito de la novela, retenido por la censura del partido. Tal decisión no pudo haber sido causada sino por un motivo de excepcional importancia que contrabalancease el efectivo daño mundial que a la propaganda soviética había de causar una medida que, a escala mundial, iba a recalcar la opresión comunista. Según el corresponsal en Varsovia de un periódico austríaco, Kruschev, al leer personalmente el Doctor Zivago, se indignó por la actitud que habían hecho tomar a la Unión Soviética los censores oficiales: juzgaba desproporcionadas las consecuencias de tal actitud y la posible efectividad, contraria al régimen, de la obra de Pasternak.

Pero si no personalmente respecto de Kruschev, sí respecto de la actitud oficial, debe preguntarse por el motivo de tan grave decisión. En bloque, la respuesta puede parecer ser clara: se trataría de invalidar el mérito de la obra y se sentaría un precedente dentro y fuera de la Unión Soviética para futuras ocasiones. Mas la misma violencia de la actitud oficial, no retraída ni por la previsión de la antipropaganda soviética que de ahí se iba a seguir y que algunos colocan en la misma línea del «caso Hungría», señala dos puntos de gran importancia:

la transcendencia singular concedida al libro premiado en sí considerado y la posibilidad de un alarmante influjo frente al comunismo soviético, tal vez más grave dentro de las fronteras soviéticas que fuera de ellas.

Esto nos lleva a la segunda fuente de interés por la novela. Al público occidental le pareció evidente, vista la posición oficial rusa, que en el premio Nobel aparecía un estudio excepcionalmente significativo de la interioridad vital del comunismo soviético, o, al menos,

de la posición que la parte más valiosa e independiente de los intelectuales soviéticos ha tomado frente al régimen al que viven sometidos.  Al afán occidental por conocer verazmente la situación soviética se le ofrecía un documento cuyo valor venía testificado de rechazo por la misma actitud oficial del partido.

La tercera fuente de interés está en el mérito intrínseco de la obra. En Italia ha ganado el premio «Bancarella», estimado como el más sincero reflejo de los gustos y orientaciones de la gran masa, libre de presiones políticas e intereses críticos minoritarios, con clara ventaja

sobre otras dos obras italianas. Dato singular, pues, como a lo largo de este trabajo se podrá ver, el Doctor Zivago, a pesar de sus sobresalientes valores de fondo y forma, de pensamiento y arte, de análisis psicológico y estilo, de documento y creación, no es fácil ni de leer ni de gustar a un lector moderno acostumbrado al ímpetu de la acción y al vértigo del desarrollo. No han faltado entre los críticos, además -claro está- de las unísonas voces comunistas, quienes han juzgado que el merecimiento mayor de la obra de Pasternak estribaba en su valor de testimonio. Testimonio por haberse atrevido a levantar la voz exponiendo su arriesgadísimo sentir; testimonio, también, por damos verazmente un momento capital de la historia universal. Lo que en la crítica comunista, con el valor muy significativo del insulto directo, suponía en estos críticos occidentales la apreciación menos entusiasta de los méritos puramente artísticos del último premio Nobel. Y, sin embargo, el Doctor Zivago es una obra que gana releída y, sobre todo, enfocada desde una posición desnudamente artística, entendido así el arte en su dimensión integral; dos condiciones que respaldan su valor intrínseco y permanente.

En este artículo, precisamente, se va enfocar la obra desde dentro de ella misma, desde el punto de vista que constituye la «tercera fuente de interés», bien entendido que, por lo mismo, implícitamente hará inteligibles y valorará también las otras dos fuentes. Sencilla y

brevemente, se estudiará la obra desde dentro de ella misma, pero como totalidad. Y en el «todo» está la relación necesaria al «mundo» desde el que se produjo y al «horizonte» que lo limita. Ya el tema mismo es, por su actualidad y transcendencia, no sólo de hoy, sino también permanente, pues enfrenta al individuo con su tendencia a limitar a la colectividad, y a la colectividad con lo que tiene de mundo, de historia, de destino fatal y, también, de forma política, como aniquiladora de la vida individual, personal más bien; al presentarse esta colectividad en la encarnación del comunismo soviético contemporáneo, el interés objetivo se multiplica. Pero ese tema está, además, hecho vida, reacción humana, en un protagonista riquísimo, de una singular sensibilidad para captar el tema en la pluralidad compleja de sus matices. Finalmente, el conjunto está trabajado por el sustancial escritor que es Pasternak en el doble plano del estilo fundamental de intereses, enfoques, y del estilo formal de presentación literaria.

  • Tomado de ELLACURÍA Ignacio, Escritos filosóficos I. UCA Editores. San Salvador, 1996.
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