Lic. Douglas Abadía Cárdenas
douglas.abadia@gmail.com
Debido a las recientes protestas por parte de algunos sectores de la población guatemalteca, quienes piden el cese a la corrupción, la remoción y/o renuncia de funcionarios públicos de alto rango incluido el señor mandatario Pérez Molina, así como la suspensión o prórroga de las elecciones generales del 6 de septiembre de 2015.
Llama poderosamente la atención que la ciudadanía solo ve la paja en el ojo ajeno, pues pretende y con toda razón reformar al sistema político guatemalteco actual por un sistema político reformado, óptimo, funcional y sobre todo anticorrupción.
Pero también considero que la ciudadanía guatemalteca es parte del sistema político, es un actor interrelacionado y vinculado que ha jugado un papel de sedentarismo político que en los últimos meses parece despojarse de la hueva que conlleva el quehacer político.
En los Estados modernos es común el fenómeno de las elecciones, es decir, la designación de representantes a través del voto del electorado.
Las elecciones representan el método democrático para designar a los representantes del pueblo. Las elecciones representan una técnica de designación de representantes.
La tipificación de las elecciones según el grado de competitividad nos permite afirmar que a pesar de los miles de vicios que posee nuestra democracia, poseemos elecciones competitivas, es decir, existe competencia de varios partidos políticos para poder convencer al electorado y llegar a gobernar.
Es generalmente reconocido que para que una democracia pueda funcionar adecuadamente, cada vez que se van a renovar los poderes nacionales o locales es imprescindible la participación electoral de la ciudadanía. Es a través del sufragio que la ciudadanía puede influir sobre el proceso político en general y brindar legitimidad a sus autoridades. Si la gran mayoría de ciudadanos renunciara, por el motivo que fuera, a ejercer este derecho, muy probablemente la democracia caería por los suelos, o al menos se desvirtuaría su funcionamiento básico.
En algunos países, aunque ciertamente pocos, el sufragio es obligatorio, para garantizar una importante afluencia de votantes a las urnas, estableciendo algunas sanciones legales para quien no cumpla con esa disposición. En tal caso, votar se convierte en una obligación más que en un derecho. La obligatoriedad legal del voto suele dar buenos resultados, pues la mayoría ciudadana opta por concurrir a las urnas en lugar de enfrentar la pena por no hacerlo. El caso de Noruega es ilustrativo. Mientras mantuvo la obligación legal, hasta 1967, el promedio de votación fue de 95%, uno de los más altos. Al eliminar la legislación coercitiva, el promedio del sufragio bajó al 84%, 11 puntos porcentuales menos.
No solo se trata de reformar para taparle el ojo al macho y ponerle un sistema de pesos y contrapesos a la clase política guatemalteca, también la ciudadanía debe reformar y modificar su comportamiento y actitudes hacia el negado sistema político nacional.
Así como existen derechos, también existen obligaciones, considero que es necesario implementar el voto obligatorio, pues lamentablemente somos un pueblo que necesita un capataz que nos esté arreando y diciendo que hacer.